Baños de sangre, barro u orina. Los llamados ‘accionistas’ de Viena conforman uno de los movimientos más radicales del arte contemporáneo y no es raro que sus artistas terminen en la cárcel.
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Surgido en la década de los 60, esta corriente artística rompe con la pintura tradicional y utiliza el cuerpo humano como parte de la misma obra de arte.
“Era una forma de hacer las paces con lo que había ocurrido durante la segunda guerra mundial y, por supuesto, durante el régimen nazi. Y todas las cosas horribles que sucedieron allí eran tabú. Y los accionistas de Viena hablaron, pero no sobre algo político, sino sobre la naturaleza humana. Y aquí vamos al psicoanálisis, Sigmund Freud era vienés’, dice Eva Badura-Triska, curadora de “Mi cuerpo es el evento”.
Este arte transgresor, en ocasiones escatológico o rozando la pornografía dice pretender romper tabúes sociales y valores tradicionales.
Es por ello que según sus promotores, el accionismo vienés no es siempre bienvenido.
“Tuvimos una exhibición de accionismo de Viena en México, y estaba casi lista cuando la cancelaron. Imaginen en México, donde están matando gente… Estamos en unos tiempos donde se cortan cabezas en todo el mundo y no es fácil exportar el accionismo vienés. Está aceptado aquí, pero no se muestra en museos del mundo’, señala Badura-Triska.
No obstante, el movimiento sigue encontrando su espacio en su ciudad natal, Viena, donde estos días presentan una nueva exhibición que una vez más promete desbaratar los esquemas mentales del espectador.