Las secuelas de un ataque israelí con misiles el 16 de julio de 2014.
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Proyectiles caen en una playa de la Franja de Gaza, donde niños palestinos estaban jugando.
Muntasser, de 11 años, sobrevivió. Pero su hermano y tres de sus primos murieron.
Meses después, sigue atormentado por los recuerdos. Siente odio hacia los responsables.
‘Sueño con tener un Kalashnikov y atacarlos. Quiero dispararles porque mataron a mi hermano’, cuenta Muntasser.
Unos 500 niños palestinos murieron durante las siete semanas de bombardeos que Israel lanzó para destruir túneles e instalaciones de cohetes de Hamas.
Los que sobrevivieron a las heridas físicas tienen cicatrices emocionales – más difíciles de ver y más difíciles de curar.
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‘Ató una cuerda y la trajo a la sala de estar para colgar a sus primos. Si no lo hubiéramos visto los habría estrangulado. Ni siquiera sabe lo que está haciendo’, señal Ahed Bakr, padre de Muntasser.
Niños de tan solo seis años ya han vivido tres guerras en Gaza. Grupos de voluntarios están tratando de ayudar a algunos de estos niños a superar sus traumas.
‘Tienen pesadillas, lloran por las noches. Quieren dormir en la misma cama que sus padres, están asustados y tienen baja autoestima. De repente, niños de cinco años empiezan a hablar como bebés. Por eso intentamos darles un poco de estabilidad’, señala Kristina Wojtanowski, voluntaria de la ONG alemana Freunde der Erziehungskunft.
La mitad de los dos millones de habitantes de Gaza tienen menos de 14 años. No todos podrán recibir la rehabilitación que necesitan para intentar curar las cicatrices de la guerra.