PUBLICIDAD
Por Alexandre ZalewskiEx director de Publimetro Francia. Desde París.
Esa es la primera palabra que se me vino a la mente cuando me enteré de que terroristas yihadistas habían asesinado a mi amigo Bernard Maris (68), una de las doce víctimas -entre ellas, diez periodistas-, que dejó el ataque contra el semanario satírico Charlie Hebdo.
Una vez convoqué a Bernard para ser editor invitado por un día en Publimetro Francia. Era un erudito muy brillante, economista de prestigio internacional, editor y accionista de Charlie Hebdo, siempre dispuesto a explicar conceptos complejos. Recuerdo nuestro primer encuentro en un café de París. Me habló como un padre a un hijo, y me dio un sabio consejo sobre cómo ser un buen periodista.
Estoy devastado como periodista. Cada uno de nosotros entra en esta profesión consciente del sendero que han forjado nuestros predecesores y con la esperanza de que algún día nuestras propias palabras puedan poner fin a las injusticias. Charlie Hebdo es uno de los últimos periódicos en Francia que todavía luchan por la libertad de prensa y de expresión. Utilizó esa libertad cada semana. La publicación de las caricaturas políticas es lo suficientemente potente para hacer que la gente piense pero, lamentablemente, también para provocar una reacción tan desproporcionada.
Estoy devastado porque soy un lector francés que creció devorando cómics satíricos como los de Charlie Hebdo, que provocaban una reacción tan virulenta. Cuando era niño vi los dibujos animados por Cabu, un artista de gran talento, con un sentido del humor seco. También, a escondidas, leía los cómics de Wolinski.
Al matar a escritores e ilustradores tan talentosos, estos terroristas mataron a una parte de Francia, la de esa identidad a veces arrogante y subida de tono, pero esencial para la buena conducta de la democracia.