Por Verónica Klingenberger
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En un baño público de Canadá, una peruana experimentó una nueva y placentera sensación. Sola, en un aséptico recinto de mayólicas y olor a pino, sentada sobre un pulcro retrete, orinó. Pero lo que hizo que abriera los ojos y sonriera agradecida no fue solo la simple satisfacción de ese cotidiano acto, sino un sorpresivo chorrito de agua tibia que provenía de algún lugar del moderno water canadiense, y que funcionaba como un bidé teledirigido y automático. ‘Demonios’, gritó en bajito. ¿Qué acababa de ocurrir? Luego de darle vuelta durante un par de minutos tuvo una revelación. Una de esas revelaciones que uno solo tiene cuando se sienta en el trono más democrático de la historia: comprendió que los canadienses están mucho más adelantados de lo que sospechaba y supo que ese alto nivel de beneplácito que tiene el ciudadano en esas tierras no solo se debe a políticas educativas y sociales de primera, sino también a los pequeños placeres cotidianos.
La noticia no tardó en llegar al Perú y fue narrada con todos los detalles del caso durante el almuerzo familiar de una familia numerosa, acostumbrada a la gran herencia francesa del bidé (por cierto ¿qué fue de ellos?). Como era de esperarse la pequeña anécdota generó revuelo y no pocas repreguntas. Luego del asombro, vino la rigurosa investigación. ¿Quién había inventado los retretes de alta tecnología, con calentadores de asiento y chorros de agua multidireccionales (deje usted volar su imaginación sobre todo si es mujer)?
La búsqueda tardó solo unos minutos y el resultado no sorprendió. ¿Cómo no lo pensó antes? Solo un japonés podría ser capaz de tratar con tal cuidado el trasero anónimo.
Su nombre es Toto Ltd, y es el fabricante de waters más grande del mundo. Todo empezó con una pequeña compañía que hizo fortuna al adquirir, en 1968, una licencia de retretes -concebidos originalmente para discapacitados y ancianos- que se transformaban automáticamente en bidé. Sin embargo, parece que sus bondades atrajeron también al resto. Desde entonces, los retretes electrónicos, muy populares en Japón, asombrosos para latinoamericanos de paso, han conocido numerosas mejoras: asientos con calentador, chorros de agua tibia, música ambiental y gorgojeo de pájaros para cubrir los ruidos embarazosos.
En EE.UU., la novedad se ha convertido en religión. Es por eso que Toto construyó una nueva fábrica en México para responder al enorme interés que sus productos han suscitado en gringolandia. La nueva fábrica costó 3,7 millones de dólares y dio trabajo a 260 personas.
Gracias a ella, Toto ha vendido unos 3.000 retretes al mes a EE.UU. El último modelo permite analizar la orina, medir la presión arterial y la proporción de grasa en el cuerpo, así como pesar la masa corporal. Y no se sorprendan si pronto ven el water PlayStation Home Theater con crucigramas intercambiables en pantallita de plasma con control remoto para jalar desde el pasadizo cuando uno por fin regresa, feliz y renovado, a su quehacer diario.