Una pequeña y precisa incisión en la corteza de un árbol de caucho… Raimundo realiza estos sangrados todos los días para recoger su savia blanca.
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Así lo ha hecho desde los nueve años, cuando acompañaba a su padre a trabajar en la selva como ‘seringueiro’ o recolector de látex.
“Recolectar látex… me permite tener un salario mensual (…) No sé ni leer ni escribir, pero me considero”, señaló Raimundo da Silva Perreira.
Pero estos son tiempos difíciles. La competencia del caucho asiático ha reducido los precios hasta los 15 centavos de dólar por litro, sumiendo a los seringueiros en la miseria y, a veces, empujándolos a deforestar.
Hoy en día, Raimundo sobrevive gracias a una fábrica de preservativos donde vende su látex a un precio fijo.