Pese al empoderamiento de las mujeres peruanas en las esferas familiar y laboral, muchas siguen atormentadas por la violencia que ejercen contra ellas sus propias parejas.
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María Ysabel Cedano, directora de la organización feminista Demus- Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer, atribuye este flagelo a la visión aún conservadora de los roles de género.
‘En nuestro país, todavía impera el modelo de patriarcado machista’, señaló ayer durante un conversatorio organizado por la cooperación alemana GIZ en San Isidro.
En declaraciones a Publimetro, Cedano explicó que, si bien hay tratos diferenciados hacia la mujer por niveles socioeconómicos, este no es un factor determinante para que no sea víctima de agresiones en el hogar. ‘Hemos visto casos muy tristes en hogares acomodados’.
En el caso particular de las mujeres de estratos más bajos, comenta que quizás les resulte más difícil salir de ese círculo de violencia por la ‘falta de acceso a la información y de educación, aunque haya centros públicos de atención a la mujer’.
Las cifras oficiales señalan que los maltratos a la mujer van desde agresiones físicas hasta la violencia psicológica y sexual. Pero Cedano alerta que las estadísticas dejan fuera otras formas de violencia modernas. ‘No se habla del maltrato, por ejemplo, por difusión de fotos íntimas en redes sociales’.
Según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes 2013) del INEI, el 71,5% de las mujeres peruanas ha sufrido violencia alguna vez por parte de su esposo o pareja. De esos casos, el 67,5% fue de violencia psicológica o verbal, el 35,7% fue deviolencia física y el 8,4% fue de violencia sexual.
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Cedano considera que el Estado peruano ‘hace poco’ por abordar esta problemática al no destinar recursos económicos suficientes. ‘Es cierto que el presupuesto para estas políticas ha ido aumentando cada año, pero ¿cuánto dinero se necesita realmente para combatir frontalmente el problema?’.
Para el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (Mimp), son fundamentales las políticas de ‘prevención’ con el fin de evitar que las mujeres sean violentadas, según asegura Olga Bardales, directora de Diversificación de Servicios del Programa Nacional Contra la Violencia Familiar y Sexual del Mimp.
En este sentido, trabajan con colegios para capacitar a profesores y alumnos. Les enseñan cómo identificar casos de violencia de género y las vías para poder denunciarlos. También tienen campañas de sensibilización dirigidas a los universitarios y mujeres líderes en sus comunidades.
En paralelo, para las mujeres violentadas tienen en estos momentos una red de 217 Centros de Emergencia Mujer, donde reciben gratuitamente apoyo psicológico y asesoría jurídica. Adicionalmente, el Mimp tiene un registro con estadísticas sobre violencia de género, herramienta muy valiosa para desarrollar políticas públicas alineadas con la realidad.
Análisis de Paula Escribens, psicóloga y docente de la PUCP
Socialmente, hay un doble discurso. En el oficial, la ciudadanía siempre sanciona la violencia que se ejerce contra la mujer. En ese sentido, es cierto que ha habido un avance. Sin embargo, cuando se comenta casos puntuales acaban justificando el maltrato con dos argumentos: que el hombre tenía un problema patológico o que fue responsabilidad de la mujer (por provocarlo).
Es cierto que en algunos casos la mujer sufre violencia por una patología de su pareja. Pero si esta violencia se analiza de manera global, se verá que las patologías no explican que una mujer acabe en una situación de este tipo.
Esto, más bien, responde al patrón sociocultural de nuestro país. La nuestra es una cultura hegemónica en la que, en el imaginario de la gente, la mujer tiene un rol y el hombre tiene otro.
En este sentido, el hombre aparece como un sujeto activo y la mujer como un agente pasivo. Entonces, la violencia contra ella se asume y se justifica.