Los presos del penal de Santo Domingo, en el centro de Ecuador , alivian el estrés del encierro y el hacinamiento en actividades entretenidas con juguetones perritos.
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Uno de los reos, Mario, aprendió a adiestrar perros cuando estaba en libertad. Jamás pensó que estos animales se convertirían en su mayor consuelo tras las rejas. Lleva un año detenido por robo.
“Estar encerrado es tenaz, son paredes, son rejas, es bulla, es la desesperación de todo el mundo por estar en prisión”, señaló a la agencia AFP este colombiano, cuya identidad no puede ser revelada a pedido de las autoridades.
Los “terapeutas”, como llaman los presos a los canes, son afectuosos y dóciles. Al finalizar la sesión, los animales son conducidos por los internos a sus jaulas.
Devuelven la libertad
“Los perros han sido una bendición, me han devuelto mi equilibrio, mi libertad”, señala.
Las autoridades carcelarias de Ecuador impulsan desde hace cuatro meses un plan piloto de terapia canina para combatir el estrés de los reclusos, y ayudar a algunos de ellos a superar problemas de adicción a las drogas.
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En cada sesión, los presos, con la ayuda de un instructor, colaboran en el entrenamiento de labradores, pitbulls y husky siberianos. Trotan juntos, juguetean, y les ayudan a saltar obstáculos rústicos de madera en una pequeña área verde.
Varios de los perros fueron rescatados del maltrato de sus dueños y siguen su propia rehabilitación junto con los presos.
Liberados de tensión
Para algunos reclusos, el encuentro diario con los perros los libera de presión. Para otros, sobre todo ancianos, estos animales pueden ser la única visita que reciban en semanas.
“Hay mucha gente que no tiene visita, que es de la tercera edad, que necesita recibir o dar afecto, y para eso están los perros”, dice Mario. Los reclusos que participan en este ejercicio no reciben ninguna rebaja de penas.