Por Verónica Klingenberger
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El idioma suena a una mezcla de élfico con japonés pero de alguna manera conseguimos llegar, primero al hotel y luego a Gröna Lund, un antiguo parque de diversiones en el que tocaron los Beatles en el 63. Esta noche tocan The Hives , esa banda de garage rock sueca compuesta por unos dementes que visten como los protagonistas de La Naranja Mecánica. Durante una hora y media el termómetro del frío otoño en Estocolmo sube al menos un par de grados. Lo primero que se agradece es el anonimato que todo viaje regala, sobre todo cuando estás en latitudes como la sueca, tan arriba que a veces, si lo piensas mucho durante la noche, puedes llegar a sentir vértigo antes de soñar con perros salvajes o la disección de algún órgano. Sobre todo después de algunas botellas de cerveza.
*** En Gamla Stan, el casco antiguo de Estocolmo, confirmo una sospecha que se manifestó en el aeropuerto de Arlanda: somos cinco gnomos que de alguna forma han invadido un catálogo de Hugo Boss. Otros turistas, enanos todos en comparación con los ángeles suecos, proporcionan cierto alivio existencial. Y pensando en eso dejamos al paso edificios históricos, religiosos y culturales: el Museo Nobel, el Palacio Real, la Catedral. Cinco días más tarde descubriremos un lúgubre café en un sótano de 700 años. Antiguamente debió ser una cantina a lo Game of Thrones en la que se brindaba con vasos de cuero llenos de vino y cerveza. Hoy suena Abba y los suecos son mucho menos borrachos que antes gracias a una política en la que el Estado monopolizó la venta de alcohol a los ciudadanos. Felizmente, el pop sueco sigue gozando de buena salud con bandas y solistas como Robyn, Jens Lekman,The Knife o The Radio Dept.
*** Los suecos no solo son hermosos por fuera. También parecen más felices y son más amables que otros ciudadanos del mundo. En un inglés perfecto te dirán cómo llegar a tu destino y aún así te pierdas por calles de nombres ilegibles respirarás el aire más puro mientras contemplas el vuelo del diseño escandinavo en cualquier vitrina. En Suecia no hay basura, aunque vimos una rata muerta (me pareció que también era rubia). Es el país que lleva la delantera mundial en cuestión de aprovechamiento de desechos gracias a su eficiente política de reciclaje. Tan bueno es su sistema que Suecia debe importar desechos de Noruega para utilizarlos en sus plantas de tratamiento. La salud es un derecho y la atención es universal. Lo mismo pasa con la educación, con uno de los índices de alfabetización más altos en el mundo (99%). Finalmente, como suele pasar en las sociedades más educadas, es uno de los países más tolerantes hacia la homosexualidad. Solo llegar al aeropuerto resulta revelador: un collage de parejas del mismo sexo muestra fotos del amor más libre. Orgulloso Estocolmo ante la cucufatería reinante en ciudades como la nuestra, por ejemplo. Basta hacer un poco de memoria para recordar a este país como uno de los primeros lugares en los que se habló de revolución sexual e igualdad de género.
*** Una sueca de corazón peruano (Ingela Blom, novia del rockero Fredy Ortiz, vocalista de Uchpa) nos lleva a cenar a un restaurante de 1733. Albóndigas y cerveza son la mejor despedida para una ciudad que no siempre fue perfecta pero que gracias a la gestión del Estado y de sus políticos se ha convertido en una referencia del verdadero Primer Mundo. El regreso en bicicleta atraviesa parques de pinos y por alguna razón recuerdo los cementerios suecos con sus tumbas quietas llenas de racimos de flores. Hasta los muertos deben descansar mejor ahí, pienso. Aunque quien sabe si los vivos terminen por aburrirse a veces.