Estos universitarios que estudian para maestro, llamados normalistas en México, desaparecieron después de un fin de semana de violencia que dejó seis muertos y 25 heridos en Iguala, una localidad de la región de Guerrero (sur) enmarcada en espesos bosques montañosos donde suelen escabullirse las bandas del crimen organizado.
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La fiscalía regional arrestó a 22 policías municipales por presuntamente haber abierto fuego contra tres autobuses, lo que dejó un saldo de tres estudiantes muertos.
Los uniformados también están acusados de haber disparado contra un taxi y otro autobús que transportaba a futbolistas de un club de tercera división en las afueras de Iguala (140.000 habitantes), lo que resultó en la muerte de otras tres personas.
Según las autoridades, un grupo del crimen organizado habría participado también de estos tiroteos en Iguala, unos 200 km al sur de Ciudad de México.
Además, los policías detenidos son sospechosos de haberse llevado a docenas de sobrevivientes y de mantener vínculos con cárteles criminales.
Esta situación atiza temores de que los 43 estudiantes hayan sido secuestrados por un cártel, en un país que cuenta más de 80.000 muertos en hechos vinculados al crimen organizado desde 2006.
En un principio, las autoridades habían reportado a más de 60 estudiantes desaparecidos en Iguala tras las balaceras pero el martes 14 jóvenes aparecieron en sus escuelas o casas tras haberse ocultado por miedo a represalias.
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Esto hace suponer a las autoridades que el resto podría haber optado por la misma estrategia pero soldados y familiares de los desaparecidos siguen peinando la zona.
Policía, en la mira por desapariciones
Los alumnos, que estudian en la universidad rural para maestros de Ayotzinaga una comunidad cercana a la capital regional, Chilpancingo, aseguran que fueron a Iguala el viernes pasado para recaudar fondos para sus estudios.
Aunque los normalistas de tendencias políticas radicales han realizado protestas contra reformas políticas y para mejorar sus condiciones de trabajo, ellos negaron haberse manifestado en Iguala.
Según los estudiantes, se apoderaron de autobuses para regresar a casa, una práctica habitual entre los alumnos, que dicen verse obligados a ello ante la falta de ayuda del gobierno de Guerrero, una de las regiones más pobres de México.
Francisco Ochoa, de 18 años, aseguró a la AFP haber visto que entre 30 y 40 de sus amigos eran capturados por policías en una docena de patrullas la madrugada del sábado.
Este muchacho, junto con otros 14, viajaba en un autobús cuando un grupo de policías los interceptó. Según él, los agentes empezaron a gritarles y a detonar disparos al aire, provocando que los estudiantes corrieran a esconderse en un edificio abandonado.
Más tarde, el grupo de Ochoa se encontró con otros compañeros en un mercado, cuando una docena de policías los acorraló.
“Yo vi con mis propios ojos cuando se llevaron a mis compañeros”, dijo durante el velorio de uno de los estudiantes muertos celebrado la noche del martes, al que asistieron cientos de personas.
La fiscalía regional aseguró que las cámaras de vigilancia en las calles captaron patrullas que llevaban civiles, mientras que los sobrevivientes denuncian que la policía encabezó dos ataques armados: uno durante la persecución a estudiantes y otro contra autobuses que detenían en cruces viales.
Una profesora especialista en educación especial, quien pidió el anonimato, convalece en el hospital general de Iguala por heridas de bala en su pie derecho y su hombro izquierdo.
Esta mujer, de 29 años, dijo haber presenciado una sangrienta escena en un cruce vial, y luego vivió en carne propia una balacera mientras, al interior de un auto, limpiaba las heridas de bala de un hombre.
“El muchacho alzó la cabeza y me dijo que eran camionetas de policías”, señaló.
“Estaba atemorizada”, reconoció mientras policías locales armados con rifles de alto poder custodiaban el hospital.
“Queremos que regresen vivos”
Ulises Martínez Juárez, de 20 años, estaba en la cercana ciudad de Tixtla cuando se enteró de los tiroteos y decidió ir a Iguala junto con otros 20 jóvenes para apoyar a sus compañeros.
En su camino, fueron interceptados por un vehículo repleto de hombres armados pero lograron escapar para luego presenciar uno de los tiroteos, relató.
Uno de los jóvenes de su grupo recibió un impacto de bala en la cara, y tardaron horas en poder llevarlo a un hospital.
Ahora “estamos buscando a los 43 (estudiantes desaparecidos), queremos que regresen vivos. No sabemos donde están, creemos que el crimen organizado los tiene”, comentó.