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Bartali, el ciclista que salvó a 800 judíos de los nazis, cumpliría hoy 100 años

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La ciudad de Florencia, que alberga un museo del ciclismo con el nombre de Gino Bartali, celebra hoy la efeméride con un amplio programa de actos, entre ellos, una exposición de pintura y la presentación del libro “Bartali en camino más fuerte de todos”, de Giovanni Castagnoli.

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Llegó al mundo el 18 de julio de 1914 en la localidad florentina de Ponte a Ema (Toscana, centro de Italia), tan solo diez días antes del estallido de la I Guerra Mundial (1914-1918).

Aquel hijo de la guerra se convertiría más adelante en una las leyendas del ciclismo italiano junto a su eterno adversario Fausto Coppi y en una de las figuras deportivas más emblemáticas del siglo pasado en el país transalpino.

Comenzó a rodar a los 17 años, y no tardó en despuntar al poco tiempo en el panorama ciclístico nacional e internacional, que le llevó a conquistar dos ediciones del Tour de Francia (1938 y 1948) y tres Giros de Italia (1936, 1937 y 1946), entre otras victorias, en los años previos y posteriores a la II Guerra Mundial (1939-1945).

No obstante, el campeón florentino continuó entrenándose durante los años del conflicto en las carreteras secundarias de su Toscana natal.

Lo que nadie sabía por entonces es que en sus rutas entre Asís y Florencia transportaba, escondidos en los tubos de su bicicleta, documentos y fotografías para la expedición de salvoconductos falsos que el Vaticano proporcionaba a los judíos refugiados en Italia y evitar así su envío a campos de concentración.

Su fama y popularidad entre sus compatriotas le permitió eludir en incontables ocasiones los controles policiales mientras pedaleaba con su bicicleta, ataviado siempre con la camiseta negra que caracterizaba a los fascistas.

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En una ocasión fue descubierto y quisieron fusilarle, pero la irrupción de las tropas aliadas le salvaron de una muerte violenta.

Conocido también con el apodo de “Ginetaccio”, este ciclista florentino, católico practicante e icono de la Italia fascista de Benito Mussolini, consiguió salvar a unos 800 judíos del holocausto nazi, un secreto que se llevó a la tumba el 5 de mayo del año 2000 a los 86 años.

Esa información se supo algunos años después, cuando se encontraron varios cuadernos de apuntes de Giorgio Nissim, un judío que vivía en Toscana y que dirigió esa operación de salvamento de judíos en estrecha colaboración con el cardenal Elia Angelo Dalla Costa, quien llamó a Bartali para pedirle ayuda.

Por esta proeza, el mito de la bicicleta sin artificios que ordenó a sus hijos que no contasen nada con la frase “El bien se hace pero no se dice”, fue nombrado en septiembre de 2013 “Justo entre las Naciones” que otorga la institución israelí Yad Vashem a quien ayudó a los judíos durante la II Guerra Mundial.

Pero no fue la única ocasión en la que Bartali vivió un momento de tensión de gran magnitud, con muchas vidas de inocentes en juego.

Durante el Tour de Francia de 1948 recibió una llamada del entonces presidente del gobierno italiano Alcide di Gaspari para instarle que ganara ante la delicada situación en la que se vio inmersa la nación con el atentado contra el dirigente comunista Palmiro Togliatti.

Consciente de la gravedad de la situación, que podía desencadenar una nueva guerra, en este caso civil, en un país aún con las heridas abiertas tras el conflicto mundial, y motivado por su habitual espíritu de superación y su competitividad habitual, Bartali le contestó: “Lo voy a intentar”.

Y así fue: lo intentó y lo consiguió, alzándose con su segundo título en la gran cita francesa, ya por entonces, del ciclismo internacional, una victoria que apaciguó los ánimos en su país.

Los testimonios de la época señalan que Bartali y Coppi levantaron pasiones en los años de la posguerra y dividieron el país en dos formas de concebir el deporte, pero también el estilo de vida: el primero era un católico convencido, tradicional, que bebía y fumaba; el segundo, laico, infiel, sano y de izquierdas.

Sin embargo, ambos ciclistas se respetaban y les gustaba medirse en las carreras; una fotografía plasmó uno de los momentos más célebres entre ambos: en ella se puede ver a Coppi pasándole una botella de agua a su rival en la subida al Alpe d’Huez en la edición de 1952 del Tour de Francia.

En el número 118 de la vía de Campigliano, esquina con la vía Chiantigiana de la localidad florentina de Ponte a Ema, una placa conmemorativa recuerda el nacimiento, en ese lugar hace justo un siglo, de “Ginetaccio”, quien “suscitó entusiasmo y pasiones hasta entrar en la leyenda”, se puede leer en el rótulo.

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