Con el fin del Mundial del 2014, Brasil debe volver a prestar atención a una economía que se desacelera y que contaba con el triunfo de su selección para mejorar sus perspectivas.
PUBLICIDAD
Uno de los problemas que debe enfrentar el gobierno de Dilma Rousseff es el mantenimiento de estadios muy grandes para sus ciudades. El de Cuiabá (en Mato Grosso), por ejemplo, tiene capacidad para 40 mil asistentes, pero se espera solo unos cuatro mil espectadores para el próximo partido que albergará el 20 de julio: Cuiabá vs. Payasandú por la Tercera División brasileña.
Similares dificultades presentan los estadios de Brasilia, Manaos y Natal, que no cuentan con clubes de fútbol locales importantes.
Otro problema que afecta actualmente a la sociedad brasileña es la alta inflación del país, que en junio alcanzó un alza acumulada de 6,52%, por encima de la meta oficial del Gobierno de 6,50%.
Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, el Mundial influyó en el aumento de la inflación en hoteles (25,3%), viajes de avión (21,95%), vestimenta (0,84%), vivienda (0,55%) y transporte (0,37%), mientras que el rubro de alimentos y bebidas tuvo una reducción del 0,11%.
Incluso más preocupante es la evolución de la producción brasileña, que ha perdido alrededor de US$3.610 millones por cada feriado decretado por la Copa (12 en Río de Janeiro). Como resultado, se vienen registrando retrocesos en industrias como la eléctrica (58%) y de vehículos (23,3%), mientras que sí ha habido avances en la fabricación de televisores (45%) o la producción de cerveza (12%).