Estos activistas prorrusos controlan desde hace tres días la sede del Gobierno regional en Donetsk y la oficina del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU, antiguo KGB) en Lugansk porque quieren que sus regiones pertenezcan a la Federación Rusa, por lo que han llamado a un referendo tal como ocurrió con Crimea. En Lugansk, los ocupantes ‘han plantado minas y mantienen a unos 60 ciudadanos como rehenes, a los que no dejan salir para regresar a sus casas’, denunció el SBU en un comunicado.
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Mientras que en Donetsk, los activistas que proclamaron ayer la independencia de esta región y convocaron a consulta popular para su adhesión a Rusia, se protegen con dos barricadas construidas con llantas, madera y cubos de basura. Además, rociaron las llantas con un líquido inflamable, listo para ser prendido si se produce el asalto de las fuerzas del orden. Para contrarrestar el caos, la policía de Ucrania se prepara para lanzar una operación especial con el fin de desalojar por la fuerza a los separatistas.
Cae indicar que los prorrusos se enfrentarán a castigos más severos luego de que el Parlamento de Ucrania endureciera ayer el Código Penal. Según las modificaciones, se impondran desde quince años de cárcel hasta cadena perpetua a aquellos separatistas prorrusos que maten a civiles o a la policía de Ucrania. A esta situación, Rusia insiste en que Ucrania apruebe una nueva Constitución que convierta a este país en una ‘federación’. Pese a todo, Estados Unidos ha propuesto una serie de diálogos entre Ucrania, Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos, para salir de este crisis, la peor entre occidente y el este desde el fin de la Guerra Fría. Moscú se mostró dispuesta a considerar dichas negociaciones, pero quiere que los prorrusos estén representados.
Pese a ello, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, acusó a Rusia de provocar ‘el caos’ en estas regiones al este de Ucrania con el fin de generar una ‘crisis forzada’.