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(Opinión) ¿Cuál es el futuro del empleo?

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Por: Rodolfo Rojas

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El debate, por así llamarlo, sobre la Remuneración Mínima Vital, revelador sobre las pugnas de poder al interior del gobierno, es sobre todo una muestra de la ausencia de una visión de conjunto entre la clase política, y de la estrechez de horizontes del sector empresarial. La discusión pasó por alto la evidente relación entre educación y empleo.

‘Si bien la era industrial puso fin a la esclavitud, la era del acceso acabará con el trabajo asalariado masivo’, escribió Jeremy Rifkin en el prólogo a su célebre libro ‘El Fin del Trabajo’. Lo que Rifkin nos cuenta es un hecho que ya afrontan los países desarrollados. Las altas tasas de desempleo, agravadas por la crisis financiera del 2008, no se resolverán solo con un retorno a la senda del crecimiento. Hay una brecha entre la demanda del mercado laboral y la oferta del sistema educativo.

La nueva economía, cuyo epicentro está en Silicon Valley, está desplazando a la economía industrial. Es un proceso que ha empezado por las naciones que lideran la economía mundial. Tarde o temprano alcanzará a los países emergentes. Es una tendencia irreversible.

¿Qué consecuencias tendrá este remezón? Las habilidades que se fomentaban y los patrones de contratación, por ejemplo, están cambiando aceleradamente. Esto significa que los paradigmas educativos están en revisión. Se deshecha el enfoque tradicional y se pone el énfasis en habilidades destinadas a ser compatibles con lo que se conoce como la economía disruptiva, entendida como la innovación que conduce, no a la evolución, sino al reemplazo de productos.

En un reciente artículo, el periodista Thomas Friedman, columnista del New York Times, explica cómo los patrones tradicionales de contratación han dejado de ser un referente para las empresas de la nueva economía como Google.

Los valores o aptitudes que el gigante de la tecnología busca en sus incorporaciones son en primer lugar, la habilidad general cognitiva, es decir, la capacidad de darle orden y sentido a información dispar; en segundo lugar el liderazgo no tradicional, definido como la capacidad de ceder poder; tercero la humildad intelectual y un alto sentido de la responsabilidad, acompañado de un ego fuerte y un ego débil. Un atributo difícil de encontrar. Y en último lugar, lo menos valorado es la experiencia. Google busca enfoques alternativos a los habituales que proponen los especialistas, es decir, nuevas soluciones que a la vez sean más eficientes.

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Para la empresa de Palo Alto, el camino tradicional para adquirir competencias y conocimientos ya no es tan relevante. El título universitario no es garantía de competencia laboral. Más importante es contar con las habilidades anteriormente descritas sin importar dónde se han aprendido. No en vano cerca de un 14% la fuerza laboral de Google no cuenta con estudios universitarios.

En este nuevo escenario, vale la pena preguntarse si el sistema educativo peruano está alineado con lo que pronto será la tendencia predominante en el mercado laboral.

‘La educación que reciba hoy será su economía mañana’ dice Andreas Schleicher, de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) y una de las personalidades más influyentes en el ámbito educativo.

Por donde se mire, la educación de hoy no apunta a la economía de mañana. La impresión es que no hay una agenda compartida y mucho menos un horizonte común, ya no entre el sector público y el privado, sino entre los responsables de las políticas educativas y los encargados de regular y de promover el empleo dentro del Estado. Tienen una perspectiva de la realidad que se parece a una imagen congelada, cuando ocurre todo lo contrario. Si no basta con mirar dónde se encuentran hoy las naciones que alguna vez estuvieron a la cabeza del pelotón. Con excepción de los Estados Unidos y algunos países del Asia, el resto aún no tiene un pasaporte asegurado a la nueva economía.

El Perú, que vive un ciclo de expansión excepcional, muestra, a través de sus clases dirigentes, un desinterés alarmante con lo que ocurre en el Silicon Valley. Esta ventana de oportunidad, sustentada en el boom de los commodities impulsado por el crecimiento de China e India esencialmente, y en el bono demográfico, tiene que engancharse necesariamente con otra matriz de desarrollo

¿Cómo nos organizamos para lograr este objetivo? Como sociedad, no tenemos una respuesta. Los especialistas en gestión pública han ocupado el espacio que cedió la clase política. No tenemos líderes con visión y liderazgo imaginando el futuro.

Se cuenta que cuando los turcos estaban a punto de conquistar Constantinopla, los sabios de Bizancio en vez de organizar la defensa, perdían el tiempo discutiendo el sexo de los ángeles. Varios siglos después, la escena parece repetirse en un remoto país llamado Perú.

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