La lectura del fallo de la Corte de La Haya no tendrá un ganador categórico. Ni tampoco devendrá en una sentencia salomónica, con la que el Perú y Chile reciban, por partes iguales, el área en controversia (67.139 km2).
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El fallo, cualquiera sea el caso, se ajustará al derecho internacional. Y desde la posición peruana, ya se tiene claro que el veredicto no significará una ‘victoria’ en todos los puntos demandados. La línea equidistante planteada por el Perú podría no ser la definitiva, pero sin que ello se traduzca en una línea fronteriza desfavorable.
Si bien existen diversos escenario posibles, principalmente se podrían plantear tres, según los puntos expuestos en el diferendo con Chile. En primer lugar, en el escenario más negativo, la Corte de La Haya reconocería los acuerdos pesqueros de 1952 y 1954 como base para la definición fronteriza.
Además, se rechazaría la tesis del Punto de la Concordia como punto de inicio de la frontera marítima, y se mantendría al Hito 1 como referencia. De darse este caso, al menos se habría logrado sellar la última frontera pendiente de nuestro país.
En el segundo escenario, se reconocería la soberanía sobre el llamado triángulo externo (28.471 km2), debido a que Chile admite que es alta mar (sin país con jurisdicción) y no reclama ningún derecho sobre él.
Del mismo modo se aceptaría el punto de inicio de la frontera desde la orilla del mar (Punto Concordia), aunque la decisión sería incierta con respecto a la línea equidistante en las aguas compartidas con Chile. En este caso, el fallo podría plantear soluciones mixtas.
Por último, el tercer escenario, el más satisfactorio para el Perú, es que la Corte acepte que no existe un tratado de límites marítimo y fije a la línea equidistante con su inicio desde el Punto Concordia, dándose por garantizado, además, el control en el triángulo externo.
