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El siglo de Nixon

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Por: Rodolfo Rojas

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Fue un luchador toda su vida. Y así se mantuvo hasta el final de sus días, cuando pasada la humillación de su renuncia por el affaire Watergate y aquietadas las aguas del escándalo político, se había convertido en una figura reverenciada en el mundo entero.

Richard. M Nixon, el 37 presidente de Estados Unidos, siempre la tuvo cuesta arriba. En 1952 casi se queda fuera del ticket republicano, como vicepresidente de Dwight Eisenhower, por sospechas sobre donaciones ilícitas para su campaña. Tuvo una reacción espectacular y después de un discurso televisado se salvó sobre la campana.

En 1960 fue derrotado por John F. Kennedy, el joven y apuesto demócrata que carecía de experiencia, pero que cautivó al electorado norteamericano gracias a la magia de la televisión. Nixon tentó la elección para Gobernador de California como un premio consuelo, pero volvería a perder.

Irritado, declaró a la prensa, su eterna enemiga: ‘No tendrán más a Nixon para hacer alharaca porque esta es mi última conferencia de prensa’. Obviamente, mintió. Volvería a Washington para ganar la presidencia por primera vez en 1968.

A diferencia de Kennedy, su gran rival, no era un idealista, sino un firme creyente en las bondades de la realpolitik, que consiste en la defensa de intereses prácticos y concretos, lo que no le impidió lanzarle un anzuelo a Brezhnev: ‘si trabajamos juntos podemos cambiar el mundo’.

No tenía el carisma de Ronald Reagan ni la retórica deslumbrante de Bill Clinton, pero acaso fue más importante que ellos. De la mano de su brillante Secretario de Estado, Henry Kissinger, perfiló el mundo en el que ahora vivimos.

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Apartó a Estados Unidos de Vietnam, que junto con la crisis económica de los años 70, puso en duda la vigencia del american dream. Inició las negociaciones con la URSS para el desarme nuclear e inició formalmente las relaciones con China, lo que le permitió a los Estados Unidos neutralizar a los soviéticos e impulsar el despegue económico del país asiático, que 40 años después daría un vuelco irreversible al comercio internacional.

Fue un visionario que puso en marcha una serie de acontecimientos que aún nos impactan. Solo Margaret Thatcher en el último medio siglo tuvo una influencia similar en el mundo. No en vano el historiador Paul Johnson la ha calificado como la mujer más influyente desde Catalina La Grande.

Pese a todos sus méritos, Nixon siempre será asociado a Watergate. Pasará a la historia como un ejemplo de los límites del poder en las sociedades democráticas y de la importancia de los medios de comunicación como freno a los excesos de políticos que pierden el sentido de los límites del poder republicano. Es una lección que los políticos en actividad y que todos aquellos que se interesan por los asuntos públicos no deberían subestimar.

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