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Primeras damas latinoamericanas cobran protagonismo

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Aprovechando un fuerte gancho popular, varias primeras damas de América Latina buscan encumbrarse en el poder como Xiomara Castro en Honduras, siguiendo a Cristina Kirchner en Argentina, y que podría imitar Nadine Heredia en Perú.

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Castro esposa del derrocado presidente Manuel Zelaya y candidata opositora izquierdista llega a las elecciones del domingo en un empate técnico con el candidato oficialista, Juan Orlando Hernández.

La aspiración de esta ex primera dama de seguir los pasos de su esposo es cada vez más común en América Latina; una región de tradición machista pero con varias mujeres en la presidencia.

La presidenta argentina llegó al poder de la mano de su esposo Nestor Kirchner, de quien enviudó en 2010. El le entregó el bastón de mando en 2007 para un primer período que revalidó con una reelección en 2011.

Pero Cristina Kirchner ya era una líder de peso cuando su esposo asumió el poder en 2003.

Quién es el que manda

“Es difícil cuantificar la influencia de un miembro de un matrimonio en el otro. ¿Qué pasaba cuando vivía Nestor Kirchner y Cristina era presidente? ¿Quien mandaba? No se puede saber”, opinó Carlos Malamud, del Instituto Elcano de España.

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“El único contrapeso son las instituciones. A más fuertes instituciones menos peso de la injerencia familiar”, añadió.

En Nicaragua, Rosario Murillo, esposa del presidente Daniel Ortega, es considerada como “el poder detrás del trono”.

Sus allegados comentan por lo bajo que organiza y dirige los ministerios y entes estatales y premia o castiga a quienes no se pliegan a sus orientaciones.

Pero eso sí: cuida las formas y dice que las decisiones fueron tomadas por el presidente.

Ortega, incluso, ha declarado que comparte con ella el poder en un 50%.

Sin embargo, de momento no sería ella quien buscaría darle continuidad al gobierno de Ortega. El Congreso estudia reformar la constitución para abrirle a Ortega el camino a un cuarto mandato.

La irrupción de Nadine Heredia, esposa del presidente peruano Ollanta Humala, como una de las figuras de mayor popularidad del país, la instaló con fuerza como posible candidata a suceder a su marido en las elecciones de 2016.

Heredia es señalada como la segunda persona de mayor poder en Perú detrás del presidente y por encima de todo el arco político, según una encuesta de la publicación Semana Económica.

Heredia no niega sus ambiciones presidenciales, pero recuerda que la Constitución le prohíbe recibir el gobierno de manos de su marido.

Para alcanzar la meta, algunas fueron muy lejos.

En Guatemala, Sandra Torres llegó a divorciarse en 2011 del entonces presidente Álvaro Colom para lanzar su candidatura presidencial. Con el divorcio buscó eludir una disposición constitucional que prohíbe al cónyuge del mandatario saliente postularse al cargo.

Sin embargo la justicia le impidió postularse. Ahora Torres, aún divorciada, buscará la presidencia en 2015.

Un gobierno de familia

El término “matrimonio presidencial”, acuñado en Argentina luego de que Cristina Kirchner sucedió a su esposo, recobró vigencia días atrás cuando el presidente peruano Ollanta Humala admitió que el suyo es un “gobierno de familia” por la fuerte influencia de su esposa.

Para el académico y constitucionalista peruano Enrique Bernales no hay ninguna irregularidad en gobernar con la esposa y que esta gane experiencia para un proyecto propio.

“Cualquier presidente varón, casado, gobierna con la ayuda de su esposa. Así es en cualquier parte del mundo. La esposa no es un adorno, una muñeca” opinó.

Otras, como es el caso en Uruguay o El Salvador tienen un gran protagonismo político, pero hasta ahora no han tenido interés en seguir el ejemplo de sus maridos.

Así, la primera dama de El Salvador, la brasileña Vanda Pignato, se ha destacado por el programa Ciudad Mujer, reconocido internacionalmente.

La senadora uruguaya Lucía Topolansky, ha sido una compañera de militancia del presidente uruguayo, José Mujica, y está considerada como uno de los referentes del gobernante Frente Amplio.

Este protagonismo de las esposas de presidentes no es nuevo. Más de 50 años antes, el entonces presidente argentino, Juan Domingo Perón, se benefició de la enorme popularidad de su segunda esposa, Eva Duarte, la mítica “Evita”.

La tercera mujer de Perón, Isabel Martínez, integró el binomio presidencial ganador de las elecciones de 1973 y luego lo sucedió a su muerte hasta ser derrocada por un golpe de Estado en 1976.

El problema mayor advierten los expertos es cuando se traza una estrategia “para establecer una suerte de reelección indefinida al plantear que esposo y esposa podían sucederse indefinidamente”, como fue el caso del kirchnerismo, advirtió Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría, basado en Buenos Aires.

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