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(Opinión) Morir para vivir

fduxkog3zvdbrjgrlc65svqjy4.jpg publimetro.pe (PHILIPPE LOPEZ/AFP)

Por: Verónica Klingenberger

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A estas alturas no quedan dudas. Ni siquiera para los militares. Samuel J. Locklear, un importante almirante estadounidense, nos recuerda que el cambio climático a nivel mundial es la máxima amenaza que enfrentaremos en los próximos años. Olvídate del terrorismo, Martha Chávez y de los misiles nucleares de Kim Jong-iI. Locklear lanzó ‘la bomba’ en un discurso que dio en Cambridge frente a especialistas en seguridad y política exterior de todo el mundo. Y, ciertamente, no es el único que sabe de lo que está hablando.

Tom Donilon, consejero en temas de seguridad nacional, también estadounidense, dijo casi lo mismo en abril de este año: ‘Los fenómenos meteorológicos extremos (inundaciones, sequías, olas de calor) afectarán cada vez más los mercados de alimentos y energía, y ello debilitará aún más los Estados de todo el mundo, causará la migración de miles de personas, y provocará disturbios, desobediencia civil y vandalismo’. Mira lo que está pasando ahorita mismo en Filipinas y sabrás que esta declaración, lejos de ser una predicción, es una realidad.

Hace varios años que se sabe. El cambio climático es irreversible y la pregunta ya no es más cómo vamos a detenerlo, sino cómo vamos a lidiar con él. Un reciente artículo del New York Times titulado ‘Aprendiendo cómo morir en el Antropoceno’ da algunas claves sobre cómo somos (una civilización que camina a ciegas hacia el desastre porque preferimos creer que el futuro será muy similar al presente) y cómo debemos ser (ahorita les cuento).

Primero disipemos otras dudas. Por ejemplo, ¿qué diablos es Antropoceno? Según Wikipedia, es un término que describe el actual periodo en la historia causado por el impacto de la actividad humana en el ecosistema de nuestro planeta. Algunos dicen que el Antropoceno empezó con la Revolución Industrial. Otros que su inicio se remonta al origen de la agricultura. Lo que todos saben es que fue Paul Crutzen, Premio Nobel de Química, quien acuñó el término en el 2002, y desde entonces ha ido ganando aceptación conforme crecía la evidencia.

¿Cómo debemos ser? Según el artículo del NYT escrito por Roy Scranton, un escritor y ex soldado estadounidense que combatió en Irak durante cuatro años, el primer paso sería reconocer el problema y convencernos de una buena vez de que, tarde o temprano, el planeta entero se verá tan mal como el peor campo de batalla. Durante su servicio en Irak, el soldado Scranton imaginaba su propia muerte gracias a un manual de samuráis del siglo XVIII. Ese tipo de meditación, el asumirse muerto mentalmente, suponía para él una productiva liberación en el campo de batalla. Su mente, entonces, solo debía concentrarse en que el resto de sus compañeros volviera con vida al campamento. Algunas otras preguntas que podríamos hacernos. ¿Qué representa una vida humana contra 100 mil años de cambio climático? ¿Qué significa nuestra muerte, la tuya, la mía, frente a la muerte de cientos de especies o el colapso de toda la civilización? Podemos seguir viviendo como si nada pasara, dice Scranton, enfrentando cada nuevo desastre natural con la misma improvisación y desesperación, o podemos asumir la muerte de todo lo que hubo antes y liberarnos de miedos y costumbres para enfrentar el presente.

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