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Fieles incondicionales del Señor de los Milagros

rp7wjvg4cndetnf7ijbawzl5mu.jpg publimetro.pe (CRIS BOURONCLE/AFP)

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1. IMPACTA VER LA DEVOCIÓN (Jorge Gómez, 54 AÑOS). En mi tierra natal (Ayacucho), somos muy religiosos. Siempre tuve la ilusión de venir al santuario de Las Nazarenas a orarle al Señor de los Milagros, sobre todo en su mes: octubre.

Aunque viajo mucho a Lima por negocios (tengo una empresa de seguridad industrial en Arequipa), esta recién es mi segunda vez en el templo. Dos semanas atrás, vine por primera vez, aprovechando un viaje de trabajo a la ciudad.

Definitivamente, venir al santuario es una emoción indescriptible.

De verdad, la fe que se siente aquí se te contagia y te induce a venir muchas veces más.

Es realmente impactante ver toda la devoción y admiración que le expresa la gente al Señor de los Milagros.

A mí me gusta mucho darle las gracias al Señor por las cosas básicas que nos da para vivir como los alimentos y una vivienda.

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También me gusta pedirle por mi familia, por algo de ayuda en los negocios y también por todas las personas que lo necesitan.

La verdad, uno siempre viene a pedir y casi nunca a brindar.

A veces somos bien ingratos, así que trato de balancear mis agradecimientos y pedidos.

Espero venir muchas veces más aquí al santuario a orarle y, al igual que Él hace realidad las súplicas de otras devotos, quizá también me ayude a mí, si lo tiene a bien…

2. LE PIDO POR MI FAMILIA (Trixi Flores, 38 años). Como buena limeña, desde pequeña me inculcaron en casa la fe por el Señor de los Milagros. Mi familia es muy devota.

Todos los años por el mes de octubre, vengo al santuario a rezarle, aunque hoy he venido de acompañante. Me confieso muy devota del Señor de los Milagros.

Siempre que vengo lo hago con mucha fe y esperando el bienestar de mi familia y las personas que me rodean.

Tengo por tradición participar en la procesión todos los 28 de octubre. Hoy será un gran día para mí.

Al salir del trabajo (ahora estoy laborando en un banco), me iré un rato a ver la procesión.

Por lo general, voy en búsqueda del cortejo y acompaño a la imagen durante unas dos o tres horas. Por ahora, nunca hice el recorrido completo, pero son momentos muy emocionantes.

Siempre que he ido a las procesiones ha sido por acompañar a la imagen, nunca por una promesa. Nunca he caminado descalza ni tampoco me visto de morado para la procesión.

Cuando le rezo al Señor de los Milagros, me gusta pedirle por mi familia, por el bienestar de mis abuelos y hermanos… También le pido ayuda para que el trabajo perdure.

Uno de mis deseos es que, cuando tenga hijos, ellos también sientan la devoción tan grande que yo profeso al Señor de los Milagros.

3. SANÓ A MI HIJO DE LA LEUCEMIA (Víctor Hugo Llontop, 58 años). Mi familia y yo nunca fuimos muy devotos hasta que a mi hijo, Víctor, le diagnosticaron leucemia a los cinco años.

De eso hace ya unos veinticinco años. Es una enfermedad muy difícil y su cuadro no era bueno. En un momento, tuvo infiltración de células cancerígenas en el cerebro.

Decidimos acudir al Señor de los Milagros. Recuerdo que por aquel entonces en el santuario había un espacio donde uno podía hacer su oración mirando a una piedra.

Luego de rezar, nos dieron una estampita del Señor de los Milagros.

En casa, comencé a orar y el resto de mi familia también hizo lo mismo. Al final, todo salió bien y mi hijo se recuperó.

Ahora ya tiene 30 años, es un chico deportista, tiene enamorada y está perfecto de salud.

A partir de ese momento, empecé a querer saber más sobre la religión. Investigué, leí mucho y estudié algo de teología para culturizarme. Siendo católico, descubrí que no sabía muchas cosas de la religión. Creo que eso (leer y entender la religión) es mi agradecimiento al Señor de los Milagros por haber ayudado a mi hijo.

Ahora, todos los meses de octubre venimos a Las Nazarenas a ganar nuestras indulgencias. Siempre le agradezco lo que hizo por mi hijo y le pido por mi salud, porque yo ya tengo várices (bromea). También le pido por mi esposa, que es diabética, para que sepa llevar su enfermedad y, como no, que la sane.

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