(AFP). En el sótano de una enorme galería de locales de vestimenta, Astrid Iparraguirre hace crucigramas; ha cosido dos bolsas de ropa, pero hace horas que su máquina está parada: Gamarra, el mayor emporio textil de Latinoamérica, ubicado en Lima, está amenazado por las importaciones chinas.
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“No hay mucho que hacer últimamente porque importan la ropa”, dice a la AFP esta confeccionista, que se inició en el oficio hace cinco años, cuando siempre faltaba mano de obra.
Afuera, las calles del Emporio Comercial Gamarra, que comprende unas 20 manzanas del populoso distrito limeño de La Victoria, muestran la misma postal de cada día: un mar de gente que busca desde vestidos de fiesta a camisetas, cortinas, pantalones de moda o telas de todo tipo, todo a bajos precios.
Los escaparates de los comercios se elevan a un lado y a otro en un pequeño mundo colorido y caótico invadido de maniquíes y vendedores ambulantes.
“Ya deberíamos estar trabajando en la campaña de Navidad. Aquí vienen colombianos, ecuatorianos, venezolanos, brasileños y se llevan todo para sus tiendas, pero hasta ahora no han venido”, cuenta a la AFP Irma Cayetano, una joven empresaria que alquila un pequeño cuarto de tres metros cuadrados, por 300 dólares al mes, como taller de confección.
“Gamarra”, como se conoce popularmente a este centro comercial a cielo abierto, concentra unos 25.000 pequeños y grandes empresarios que se dedican a la venta mayorista y minorista y a la producción textil con materiales peruanos, como la alpaca y un algodón de altísima calidad, producto bandera del país.
Pero ahora, el emporio situado en uno los distritos más peligrosos de Lima, por la cantidad de dinero que mueve la industria textil, está en pie de guerra contra la importación de telas y prendas chinas que le han ido quitando mercado y dejan a muchos sin trabajo.
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“Se han perdido 30.000 puestos de trabajo en los últimos tiempos, en gran medida por importaciones de China que entran al 40% del precio y hacen muy difícil competir”, asegura a la AFP Diógenes Alva, presidente de la Coordinadora de Empresarios de Gamarra.
“Queremos defender la industria peruana, pero muchos comerciantes han abandonado la batalla y mandan a confeccionar a China”, se lamenta Alva.
Desde julio las ventas han caído un 50% y se ha perdido un 30% del mercado, que ahora compra ropa importada.
FAMA MUNDIAL Gamarra saltó a la escena internacional cuando a sus calles llegaron en 2012 la entonces secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, y la expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, en una visita junto a la primera dama peruana Nadine Heredia, quien les mostraba el protagonismo de la mujer en la pujante industria textil peruana.
El emporio textil limeño es hoy un centro proveedor de prendas para mercados de Estados Unidos, países de la región, y especialmente Brasil. El gigante sudamericano, pese a su industria textil poderosa, fabrica gran parte de su producción en Perú (Gamarra, por ejemplo, enviará millones de camisetas que se venderán en el Mundial 2014) por la buena calidad de sus materiales y mejores precios.
Sin embargo, muchas prendas que antes utilizaban telas peruanas y eran hechas en talleres de Lima, ahora llegan desde China.
La razón es clara: gracias al Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado entre Perú y China, el kilo de camisas o camisetas de fibra acrílica llega desde el país asiático por cinco dólares o menos, un valor tres veces inferior a lo que cuesta hacerlas en Perú.
“Es imposible competir, deberíamos dejar de pagar impuestos y trabajar en la informalidad”, afirma Manuel Ito, de la Asociación Peruana de Industriales Confeccionistas (APIC).
Unos 3.000 empresarios de ese sector están al borde de la quiebra, agrega.
“Nosotros ofrecemos más diseños, la calidad es muy buena y el precio es menor”, asegura Graciela Noriega, vendedora en una de las 150 galerías de ropa existentes en la zona.
David Chen, un empresario chino que llegó a Perú hace una década en busca de trabajo, abrió recientemente su propio comercio de importación.
“El negocio avanza porque los proveedores peruanos no tienen suficientes productos y accesorios para ofrecer”, cuenta Chen. “No pueden competir con los precios de China o de India”.
En los últimos ocho años, entre 2005 y 2013, Gamarra dejó de confeccionar 237 millones de prendas por las importaciones chinas, según cifras de la Aduana.
Carlos Puris, un antiguo sastre de Gamarra, señala que el gran error fue aceptar que se firmara el TLC con China, que comenzó a regir en 2010. “Ellos fabrican prendas como nosotros y ahora estamos arruinados. Nos cuentan que vienen barcos factorías chinos y se instalan frente a (el puerto) El Callao y producen allí con el algodón peruano”.
Fabian Cuya Caritas, otro comerciante que trabaja desde hace 40 años en Gamarra, agrega: “Podemos comerciar con China, pero sin que ellos nos dejen en la quiebra”.
Los empresarios afirman que el sector debe ser protegido de la competencia desleal en tanto la industria textil aporta el 18% del PBI y agrupa a una población económica activa de 6,3 millones de peruanos.