Por: Anthony Johnston
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Es la hora del almuerzo en la oficina de Publimetro en Londres. Me siento y abro una bolsa de papel. Un aroma muy fuerte me recibe. Me apresuro a verter su contenido en mi plato: saltamontes, larvas, grillos y escarabajos, un poco de sal y a comer.
Hay que ser valientes: este es el futuro sustento alimenticio en nuestro planeta, o por lo menos, eso es lo que la ONU trata de hacernos creer.
En mayo, la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de la ONU publicó un informe de 200 páginas sobre entomofagia (alimentación con insectos), instando al mundo (especialmente al occidente industrializado) a comer insectos para combatir las crecientes necesidades alimenticias y el cambio climático.
‘Los insectos producen menos gases de efecto invernadero que el ganado’, le dice a Publimetro Arnold van Huis, científico de la Universidad de Wageningen en Holanda. De hecho, la ganadería es responsable del 18% de las emisiones de gases de efecto invernadero, algo más que todos los autos, trenes y aviones del mundo juntos.
‘Además, los grillos necesitan menos alimentos que el ganado para producir carne’, agrega el científico.
Pero ¿y el sabor? Luego de mucho pensarlo, tomo el primer insecto en forma de gusano blanco con dos colmillos filosos. Lo hago estallar en mi boca y siento un sabor fresco y salado. En el centro, es graso y gelatinoso. El empaque dice que acabo de comer un gusano de Sagú, que en realidad es la larva de un escarabajo picudo asiático.
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El siguiente es un escarabajo de buceo (Dytiscidae), merienda popular entre los agricultores de Tailandia. Su contextura es jugosa. Al morderlo, emite un sonido igual al de las papas fritas, pero sabe a pimiento y cebolla a la vez. Tengo que tomar un vaso con agua.
El buen sabor llegó con los grillos y saltamontes, que tienen un sabor y consistencia parecidos a los de la cancha salada.
El plato de fondo es un escorpión de agua gigante (Nepidae) de 13 cm. Y a pesar de su consistencia crujiente, logré terminarlo.
Al final, esta experiencia culinaria no me ha disgustado por completo. Y si bien el sabor y la presentación no se parecen a los de un buen filete mignon, me siento satisfecho.
De hecho, el trago fue menos amargo cuando los vi solo como una comida más del día.
En el mundo industrializado vemos a los insectos como transmisores de enfermedades. Pero quizá el futuro no sea como lo imaginamos y estos pequeños amigos serán nuestro único sustento.