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La soja, responsable indirecta de la deforestación en Brasil

3wq4jjfj5rgqnpapr2uamxm7je.jpg publimetro.pe (YASUYOSHI CHIBA/AFP)

(AFP). La expansión de la soja en Brasil, responsable durante años de la deforestación desenfrenada de la Amazonia, redujo su impacto en la selva gracias a una moratoria vigente desde 2006, aunque aún provoca indirectamente la tala de árboles.

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“Luego de una campaña de Greenpeace y a pedido de clientes como Carrefour o McDonald’s, los principales exportadores brasileños no compran más soja cultivada en tierras deforestadas después de 2006. Esto disminuyó fuertemente el impacto de nuestro sector en la Amazonia”, dijo a la AFP Bernardo Machado Pires, responsable de medio ambiente de la Asociación Brasileña de Industrias de Aceites Vegetales (Abiove).

La moratoria compromete a inmensas multinacionales como Bunge, Cargill o ADM, y concierne al 90% de las exportaciones de soja brasileñas, esencialmente destinadas a Europa y Estados Unidos.

“La soja continúa extendiéndose en la Amazonia pero la moratoria desacelera su expansión desenfrenada”, aseguró Michael Becker, responsable de conservación de WWF Brasil.

Las zonas deforestadas luego de 2006 y cultivadas con soja aumentaron un 57% entre 2011 y 2012, contra más de 350% entre 2008 y 2009. Según las observaciones satelitales y aéreas del INPE, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, representan hoy 18.400 hectáreas.

La deforestación para el cultivo de la soja continúa en la Amazonia debido a que algunos compradores, sobre todo chinos, no han firmado la moratoria.

Pese a esto, Brasil castiga con duras penas a cualquiera que produzca o compre soja de áreas ilegalmente deforestadas.

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Deforestación indirecta “Este acuerdo prueba que los consumidores ya no toleran la deforestación de la Amazonia, pero no controla el impacto indirecto de la soja en la selva”, indicó Marcio Astrini, coordinador de la campaña Amazonia en Greenpeace Brésil.

“Muchas veces, el cultivo se instala en lugares de cría de ganado, que migra a su vez hacia la selva”, explicó.

La geógrafa Mariana Soares Domingues, de la Universidad de Sao Paulo, estudió el proceso en el estado agrícola de Mato Grosso (centro oeste).

“Los ganaderos queman la selva nativa, siembran la hierba desde aviones y luego traen el ganado”, describió. “Al cabo de algunos años las pasturas se han degradado, la ganadería se va a deforestar a otra parte y la soja se instala en estas parcelas abandonadas”.

“La industria de la soja tiene una responsabilidad indirecta”, reconoce Pires, de la Abiove. “Compra tierras ya deforestadas, más fáciles de cultivar, y el ganado se desplaza hacia zonas menos caras, es decir a la selva. Es la dinámica agrícola en estas regiones”, admite.

En 2008, según el INPE, el ganado ocupaba un 62% de las áreas deforestadas de la Amazonia.

Expansión hacia otros territorios La producción de soja de Brasil, que disputa a Estados Unidos el primer lugar como productor y exportador mundial, se duplicó entre 2001 y 2012, y se extiende de forma irresistible a otros territorios.

“La presión directa sobre la Amazonia disminuye pero la expansión se hace en detrimento de ecosistemas como el ‘cerrado’” (sabana tropical), se inquietó Michael Becker, de WWF.

Este enorme ecosistema de casi 2 millones de km2, situado en el corazón del territorio brasileño y con una gran biodiversidad,* ha suministrado más de 60% de la cosecha récord de soja de 2012-13*. Brasil, segundo productor de soja del mundo, se apresta a superar a Estados Unidos este año.

“Deforestar el ‘cerrado’, y por ende secarlo, puede resultar muy grave para el conjunto del país porque irriga ríos gigantescos como el Amazonas o el Paraná”, señaló la geógrafa Mariana Soares Domingues.

El nuevo Código Forestal de Brasil, aprobado el año pasado, mantiene en 35% el porcentaje de tierras que debe ser preservado en el ‘cerrado’ (contra 80% en la Amazonia).

“La soja tiene un impacto importante en el ‘cerrado’ pero nuestros clientes europeos se preocupan por la Amazonia y los indígenas. El mercado no nos pide aún proteger este ecosistema”, explica Pires, de la Abiove.

Los ecologistas aseguran por su lado que Brasil, quinta potencia agrícola mundial, puede aumentar su producción sin cortar un solo árbol.

“El país dispone de 60 millones de hectáreas de antiguas pasturas o de zonas abandonadas. Podría convertirlas en zonas productivas y duplicar así su superficie agrícola”, afirma Marcio Astrini, de Greenpeace.

La industria de la soja, que representa cerca del 2% del PIB brasileño, ejerce una influencia creciente sobre las decisiones económicas y políticas del país.

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