Por: Verónica Klingenberger
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Por un encargo de trabajo llegué a ‘Paisajes peruanos’, uno de esos libros que según Caretas ‘todo peruano culto debe leer’. No lo hubiera leído con la misma determinación si no fuera por la obligación laboral, y me avergüenzo un poco de ello. Pero debo decir que además de mi pereza habitual, cada vez que intentaba acercarme a él encontraba una prosa barroca y no entendía muchos términos que están ya en desuso. Tampoco intentaba leerlo con un compromiso real. Y me arrepiento, porque su lectura, además de reveladora, me ha resultado divertidísima.
Por un lado, y supongo que no digo nada nuevo, encuentro sorprendentes y bellas algunas de las pomposas descripciones del viaje que realizara Riva-Agüero entre Cusco y Huancayo en 1912. Hay algo en ese lenguaje extremadamente cuidado, que incluso podría resultar conservador para la época y para la edad del autor -tenía 27 años cuando lo escribió-, que lleva a pensar en la pobreza del lenguaje que manejamos hoy, lleno de muletillas, anglicismos y de los mismos cuatro o cinco adjetivos de siempre. Pero si eso suena desesperanzador, algunas de sus ideas, de una vigencia terrible, descalabrarían hasta al lector más optimista, ese con polo de Marca Perú, orgulloso sobre todo de nuestro crecimiento económico y de nuestra gastronomía.
Gran parte de ‘Paisajes peruanos’ es un ataque/lamento dirigido a la aristocracia de la época -aristocracia a la que Riva-Agüero perteneció-, esa clase directiva, ‘centro y sostén’ de todo pueblo, que luego de la colonia, una vez emancipados, fue incapaz de ver al Perú como una nación y más bien lo entendió como una empresa. Un extracto en el que describe el fracaso de la república en el siglo XIX dice: ‘¿Quiénes, en efecto, se aprestaban a gobernar la república recién nacida? ¡Pobre aristocracia colonial, pobre boba nobleza limeña, incapaz de toda idea y de todo esfuerzo! En el vacío que su ineptitud dejó, se levantaron los caudillos militares.’
100 años después, reconozco la misma ‘bobería’ e ‘ineptitud’ en los empresarios y políticos que dirigen hoy el Perú. Podemos decir que ese ‘núcleo superior’, como lo llama Riva-Agüero, ¿se ha formado debidamente y está de verdad preocupado por el rumbo del país? Hablemos de derechos básicos, como la educación y la salud. ¿Podemos siquiera hablar de un ‘núcleo superior’? Temo que lo que veo hoy es lo mismo que leo en un libro que fue escrito entre 1912 y 1917: ‘La vana apariencia de las palabras y los ademanes quijotescos no oculta en esos jefes el fondo de vulgares apetitos. Absortos en sus enredos personalistas, ávidos de oro y mando, sus ofuscadas inteligencias no pudieron reconocer ni sus estragados corazones presentir los fines supremos de la nacionalidad…’.
Si tuviera que resaltar una virtud del Riva-Agüero de ‘Paisajes peruanos’, sería su genuino interés por el Perú. Ese interés que lo lleva a recorrer la sierra central a lomo de bestia, cuando lo habitual para los jóvenes de clase alta era viajar a París. Su libro sigue siendo un permanente reclamo de integración y una voz de alerta para la élite limeña. Ojalá no tengamos que esperar 100 años más.