“Muere condenado por la justicia y repudiado por la sociedad”, dijo Nora Cortiñas, del organismo humanitario Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora en declaraciones a la prensa.
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La dirigente humanitaria aseguró que “desde mi sentimiento no festejo la muerte. Porque (los jefes dictatoriales) se mueren y se van con los secretos más importantes de la historia, se mueren llevándose secretos de esa época trágica”.
“Que Videla sea recordado como uno de los máximos responsables de haber implementado un plan siniestro que determinó la muerte de miles y miles de argentinos”, afirmó el diputado opositor Ricardo Gil Lavedra, quien integró el tribunal que en 1985 juzgó a las juntas militares.
Gil Lavedra celebró que “la democracia dio respuesta a eso, porque lo juzgó y condenó y ha muerto cumpliendo pena en un establecimiento carcelario”.
El exjuez federal que condenó a prisión perpetua a Videla y al fallecido jerarca de la Marina Emilio Massera, consideró que la dictadura iniciada en 1976 “fue seguramente la más trágica y la más sangrienta” de la historia argentina.
El diputado oficialista Horacio Pietragalla, de 37 años, que fue un bebé robado en la dictadura y recuperó su verdadera identidad en 2003, lamentó que Videla haya muerto “sin abrir la boca, convencido de lo que hizo”.
“Por suerte no se va impune, se va condenado y juzgado por la justicia argentina. Como sociedad es una de las mejores cosas que nos pueden pasar ante estos hechos”, insistió, al sostener que “la historia los pone en el lugar que la justicia dice que tiene que estar”.
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“Ha muerto un criminal, considerado de esa manera por la justicia de los hombres. Me parece una monstruosidad lo que hizo en vida y la falta de arrepentimiento habla claramente de la clase de ser humano que fue”, señaló a su vez el popular cantautor Víctor Heredia, cuya hermana María Cristina fue secuestrada embarazada y está desaparecida.
Sobre Videla pesaban dos condenas a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad y recibió además una pena de 50 años de cárcel como responsable de un plan de robo y apropiación de bebés durante la dictadura.
Unas 30.000 personas desaparecieron, según los organismos humanitarios, y 500 bebés fueron robados, de los cuales 108 pudieron recuperar su identidad, merced al trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo.