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El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, no puede hacer lo suficiente por sus propios medios para frenar la epidemia de la violencia generada por armas de fuego en el país, por lo que esta semana rogó tanto al pueblo como a los políticos que le brinden su ayuda.
Un mes atrás, Obama prometió con lágrimas en los ojos que usaría todo el poder que tiene a su disposición para evitar un suceso tan funesto como aquel en el que murieron 20 inocentes niños y seis adultos en la escuela primaria de Sandy Hook en Connecticut.
Pero el problema es que los poderes que tiene su cargo son limitados. Por lo que, a pesar de que firmó recientemente 23 directivas que incluían desde incrementar la investigación sobre la violencia armada en el país hasta mejorar los programas de seguridad en las escuelas,no tuvo más que apelar a la ayuda del Congreso. Obama quiere que sus legisladores restablezcan una antigua prohibición sobre la venta de armas de asalto de tipo militar y realizar verificaciones de antecedentes obligatorios para todas las compras de armas, incluso cuando los ciudadanos privados sean quienes las distribuyan.
Los republicanos se oponen a la mayoría de las peticiones presidenciales en este tema, especialmente en el control de armas. Incluso, muchos de los demócratas se muestran nerviosos de una posible reacción de votantes enojados que sí creen que es bueno portar armas.
Obama está remando contra una poderosa corriente. Él mismo ha reconocido que sus proyectos no tendrán éxito sin una gran cantidad de ayuda.