12 enero de 2010 un terremoto de magnitud 7.0 golpea Puerto Príncipe y su región. Han pasado tres años desde el devastador terremoto dejó a Haití en ruinas y el país se está recuperando lentamente. Puerto Príncipe tiene un nuevo aeropuerto. Pero miles de haitianos siguen viviendo en campamentos y muchos más no tienen trabajo.
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Cuando un terremoto de 7,0 destrozó a Haití hace tres años, la ex primer ministra, Michele Pierre-Louis, pensó que podría convertirse en una catalizadora para un cambio positivo. “Pensé que sería una oportunidad para que nosotros cambiáramos y mejoráramos”, reflexiona. “El terremoto trajo mucha atención, pero lo que yo había pensado que haríamos nosotros mismos no sucedió”.
El terremoto causo la muerte de unas 220.000 personas, dejó heridas a más de 300.000 y dejó sin hogar a 2,3 millones. Tres años después, muchas cosas, de hecho, han mejoraron. Puerto Príncipe tiene un magnifico nuevo aeropuerto. Un 70% de los residentes del campamento han sido alojados permanentemente. En el lugar donde una estación de gas explotó, se está construyendo una nueva, aunque el edificio que está al lado sigue siendo una pila de concreto. Con un tráfico enloquecedor y muchos puestos de comercio de acera, Puerto Príncipe ahora se ve como cualquier otra gran ciudad del mundo en desarrollo. Algunas celebridades han mantenido incluso su compromiso: Sean Penn es un visitante frecuente, como Donna Karan y Ben Stiller.
Las escuelas han sido reconstruidas. Veo decenas de niñas y niños caminando a casa con sus uniformes limpios. 400 de ellos van a la escuela del Príncipe Jean Edouard, que queda en uno de los campos restantes. La escuela recién construida tiene aulas ordenadas, cada una tiene una capacidad para 56 estudiantes.
Alrededor de la escuela, hay miles de residentes del campamento que van a atender su negocio diario, que a menudo sólo significa esperar por un empleo o una vivienda permanente. “Algunos de los niños de la escuela provienen de circunstancias muy difíciles”, explica Edouard, director de la escuela. “Viven tan hacinados que hay un ambiente bastante promiscuo y los niños hacen comentarios de dicho contenido. Ese es uno de los desafíos que debemos enfrentar”. Aún así, los niños tienen la suerte de estar vivos: el terremoto fue a las 5:00 P.M., cuando los niños habían dejado la escuela y estaban afuera. De lo contrario, la cifra de muertos habría sido mucho mayor.
“Nunca pensé que lograría salir del edificio con vida”, recuerda. “No había una mancha verde que no tuviera un campamento,” dice Sophia Stransky, directora ejecutiva de la Fundación Digicel Haití y nacida en Puerto Príncipe. “El edificio temblaba, había mucho polvo y un gran incendio. Creíamos que estábamos siendo bombardeados, pero ¿quién quería bombardear a Haití?” Nadie. Haití es de interés estratégico para un mínimo de países. “Incluso así los donantes no se cansan de apoyar”, observa Javier Pérez, embajador de la Unión Europea (UE) en Haití. “La UE, por ejemplo, mantiene su ayuda a pesar de la crisis financiera.
El desempleo sigue siendo un gran problema en Haití, el país tiene que ser más resistente ante los desastres naturales. Tenemos que aceptar que la reconstrucción es un proceso a largo plazo, pero Haití tiene dos líderes dinámicos en el timón. Siento que hay un nuevo impulso”.
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Lo mismo ocurre con Damien Blackburn, CEO de Digicel, el gigante de la telefonía móvil. “Haití es una buena oportunidad de negocio”, explica mientras vamos en su automóvil, que es acompañado por un fuerte grupo de guardaespaldas. “Hay tantas cosas que necesitan ser construidas y estamos aquí, porque hay una necesidad muy fuerte y real de telefonía. Hay pocos caminos para transportar nuestras torres de teléfono y las torres funcionan con generadores diesel. También hay muchos jóvenes que están dispuestos a trabajar”. Digicel está apostando por el futuro de Haití mediante la financiación y construcción de escuelas, y formando profesores.
Uno de nuestros grandes problemas es que no hay ninguna clase política adecuada
La ex primer ministra, Michele Pierre-Louis, nos deja sus reflexiones sobre el desarrollo y la reconstrucción de su país:
Cada ONG quiere estar aquí y tener su propio terreno. Recibieron muchos fondos a causa del terremoto, pero nos dejaron a nuestra propia suerte. Es vergonzoso. Y el dinero no fue a Haití, para empezar. Fue destinado a cosas como a la entrega de ayudas por aire y a los barcos hospitales. ¿Por qué estamos tan maltratados? Estamos en un callejón sin salida, porque no podemos salir de donde estamos solos, pero si nos atenemos a que llegue la ayuda perderemos nuestra dignidad.
Nuestro gran problema es que no tenemos una clase política adecuada. Tenemos 100 miembros en el Parlamento, pero no tienen convicciones. Sólo piensan en su propio interés. Debemos hacer una declaración diciendo: “Podemos salir por nuestros propios medios”, y luego hacerlo.
Otro gran problema en este país es que tenemos una división entre la élite y las masas. No hay ninguna movilidad social. El país ofrece tan poco a la clase media que en la primera oportunidad ellos se van. Cuando le pregunto a la gente joven, “si un país le diera una visa, ¿te vas?”, Siempre dicen: “Yo me iría incluso sin visado”.
No se puede desarrollar un país sin una clase media. No puede ser la misma vieja elite la que controle todo.