Kirk cuyo apellido Bloodsworth significa literalmente “el valor de la sangre” se convirtió en el primer condenado a muerte estadadounidense declarado inocente por pruebas de ADN luego de cumplir nueve años en prisión.
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“Me volví el hombre más odiado de Maryland, injustamente acusado de la violación y cruel asesinato de una pequeña de 9 años”, recuerda.
Kirk Bloodsworth tenía 23 años cuando fue detenido en 1984 en su barrio de Baltimore, lugar del asesinato de la pequeña Dawn Hamilton, simplemente por las declaraciones de testigos oculares que la ciencia desmintió muchos años más tarde.
En su pequeño apartamento de Mount Rainier (Maryland), Kirk Bloodsworth, que hoy tiene 52 años, cuenta a la AFP las “pesadillas” que todavía le persiguen, donde se ve siendo arrastrado “hasta la cámara de gas”, que, en el mundo real de su prisión, se encontraba justo encima de su celda.
Este hombre blanco, de cara redonda enmarcada por una barba, no tenía sin embargo nada en común con el asesino, más allá de su bigote.
Un bigote que era, por otro lado, pelirrojo y corto, cuando el del culpable era rubio y caído. Éste último purga actualmente una pena de prisión perpetua.
“El identikit (retrato hablado) se parece al de mi vecino Kirk: fue así cómo comenzó todo”, apunta resoplando. Su arresto se produjo poco después: “Bum, bum, bum, una linterna eléctrica en la cara, armas apuntando contra mí, salga señor Bloodsworth, está siendo arrestado por el asesinato de Dawn Hamilton, hijo de la gran p***”.
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Con un nudo en la garganta todavía recuerda a menudo cómo le pusieron las esposas, le leyeron sus derechos y fue conducido a un coche de la policía en el exterior: “Era la última vez que vería mi ciudad natual en ocho años, diez meses y 19 días”.
Su rostro fue divulgado en la televisión, su nombre lanzado a los medios de comunicación. Su familia no tenía demasiado dinero, “lo que es algo malo en Estados Unidos, porque cuando uno es pobre aquí, como cuando es negro, tienes más riesgos de recibir la pena capital que en ningún otro país”.
La idea del ADN se le ocurrió leyendo
De hecho, “la sentencia fue la muerte”. “La sala del tribunal aplaudió y gritó ‘gasearlo a muerte’ como una muchedumbre en contra de Frankenstein”.
En la prisión de Maryland, un “lugar gótico” pero donde “se siente el sufrimiento”, Bloodsworth tuvo la idea de la prueba de ADN cuando llevaba cinco años preso, mientras leía el libro de Joseph Wambaugh The Blooding, que cuenta cómo se usó una nueva técnica llamada ADN para atrapar al asesino de unas adolescentes inglesas.
“Mi salvación estaba ahí: si eso puede condenarte, también puede liberarte”. Pero las extracciones del ADN del esperma efectuadas a la pequeña Hamilton habían “sido destruidas por descuido”, afirmó el fiscal.
La perseverancia de su abogado y la ayuda de un funcionario permitieron conseguir una muestra. Y 28 de junio de 1993, Bloodsworth salía de prisión siendo “un hombre libre”.
Luego de haber recibido la gracia del gobernador de Maryland y 300 000 dólares como compensación por sus años perdidos “lo que equivale a 3,72 dólares por hora”, este hombre dos veces divorciado se abocó a la lucha por la abolición de la pena de muerte en Estados Unidos. “Por la buena razón, evidentemente, de que se puede acabar ejecutando a inocentes”.
Bloodsworth, que con orgullo señala que su segundo nombre es Noble, da ahora conferencias en escuelas, universidades, centros de investigación e incluso en la ONU. Una disposición de una ley de 2001 sobre la financiación de las pruebas de ADN para los presos lleva su nombre.