Por Sabrina Rodríguez
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Ya van tres casos. El último fue a inicios de abril. Un joven de 17 años, presuntamente vinculado a la banda salvadoreña Mara Salvatrucha, fue detenido bajo la acusación de haber cometido dos asesinatos. Llevaba el tatuaje que lo identificaría como miembro de este grupo criminal, dedicado al narcotráfico y la extorsión, dentro de la boca, bajo el labio inferior.
El pasado 24 de febrero ya había sido detenido Óscar Barrientos, de 19 años, que confesó haber matado a su padre de un disparo en la cabeza. También llevaba el tatuaje con las iniciales MSX3, vinculadas a la Mara Salvatrucha. La confesión de Barrientos llevó a la Policía a sospechar que la muerte del padre era parte de un ritual de iniciación.
El segundo caso se dio a fines de marzo, con el arresto, otra vez en El Callao, de un adolescente de 15 años acusado de matar a un joven para robarle. El padre de la víctima lo acusó de ser ‘de las maras’.
‘La detención de Barrientos no es una prueba contundente de que las maras estén aquí. Será algo que deba determinar la Policía con una investigación, que debería ser lo más rápida posible’, opina Federico Tong, psicólogo social especializado en temas de pandillaje y narcotráfico.
Tong explica que las maras son estructuras delictivas de crimen organizado transnacional, con una fuerte capacidad logística y alta profesionalización. ‘No tienen correlato en el Perú’, afirma Tong. Las pandillas en nuestro país se han caracterizado por cometer delitos menores contra el patrimonio y robos a pequeña escala.
‘Lo riesgoso de que las maras lleguen al Perú es que su tecnología delictiva (armas y métodos de organización) se empaten con un gran contingente peruano que se está profesionalizando’, señala Tong.