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Mitos sobre el autismo

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Claudia UrbinaMabel VilelaEspecialistas en AutismoCentro Peruano de Audición, Lenguaje y Aprendizaje – CPAL

El autismo es un trastorno del neurodesarrollo que no tiene un marcador biológico específico que determine su manifestación, motivo por el cual, muchos padres sienten frustración, angustia y desamparo.

Asimismo, a lo largo del tiempo, una serie de investigaciones se han pronunciado con la finalidad de no solo explicar su aparición, sino también, han ido en búsqueda de modelos de intervención capaces de ofrecer una evolución favorable.

Ahora bien, en este ‘viaje de preguntas y respuestas’, también se ha generado un conjunto de mitos que, hasta la actualidad, pueden provocar confusión.

De esta manera podemos precisar algunos:

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El autismo es una enfermedad. Ni es una enfermedad ni es algo que se pueda ‘curar’. El autismo, es un trastorno o una alteración del neurodesarrollo que, hasta este momento, se considera que será ‘para toda la vida’. No obstante, su detección y atención temprana favorecen, de manera significativa, su pronóstico.

Las vacunas causan autismo. A inicios del nuevo milenio, Andrew Wakefield publicó un artículo en el que daba esta afirmación. Sin embargo, después de muchos estudios se comprobó que su investigación carecía de rigor científico y que sus resultados estaban falseados, motivo por el cual, el Consejo General Médico de Gran Bretaña le retiró la licencia para ejercer la medicina en todo el Reino Unido.

La comunidad médica y científica de todo el mundo reconoció, de manera unánime, que no existe evidencia que determine que la vacunación origina el autismo.

Las vacunas son la principal forma de prevenir enfermedades infecciosas y siguen siendo la intervención terapéutica (preventiva) más efectiva para el control de una epidemia que pueda devastar con la humanidad.

Los niños autistas no van hablar. Si bien es cierto, muchas niños con autismo, podrían tener dificultades para desarrollar el lenguaje, es importante, saber que, con apoyos visuales y/o sistemas alternativos/aumentativos de comunicación, van a poder comprender y trasmitir sus necesidades e intereses.

En este caso la intervención del lenguaje debe partir de situaciones significativas para el niño, incluyendo, como principal propósito, el desarrollo de su comunicación.

Los niños con autismo son agresivos o se autolesionan. Sus dificultades para comunicarse o para comprender lo que ocurre a su alrededor, muchas veces, les ocasionarían ansiedad y, junto a ello, conductas disruptivas. ¿Qué es lo que sucede? Los niños con autismo, por lo general, son poco tolerantes a la espera y suelen aferrarse a objetos o actividades rutinarias porque ello les da seguridad y, es la manera como entienden el mundo. Un cambio no esperado, sin la debida preparación, provocaría, probablemente un desenfreno en su conducta. Sin embargo, una intervención adecuada que, garantice la anticipación, le brindaría la oportunidad de regular su comportamiento, disminuiría su ansiedad y mejoraría su comprensión del mundo.

Las personas con autismo tienen una inteligencia superior. Lo correcto es decir que poseen ‘islas o islotes’ de capacidad, las cuales, por lo general, están relacionadas a su hipersistematización, es decir, a su tendencia por sistematizar o analizar objetos y eventos que, muchas veces, podrían originar destrezas que, comúnmente, la mayoría de las personas no pueden desarrollar.

Las personas con autismo no tienen afecto. De ninguna manera. Lo cierto es que poseen otra forma de expresar lo que sienten. Sus dificultades para comprender en su totalidad las situaciones o para definir sus sentimientos, puede que los presenten de manera indiferente ante los hechos. No obstante, en la medida que el mundo les resulte más comprensible, podrán procesar y expresar mejor lo que sienten.

Los niños con autismo no podrán asistir al colegio. Es cierto que cada niño tendrá un curso de desarrollo distinto, pero, lo importante, es ofrecerle la oportunidad de una integración escolar. La verdadera integración escolar es la que aporta valor a la vida de las personas. Es aquélla que no se centra en los contenidos curriculares (aunque, por supuesto, no los elude), sino que busca la socialización y la participación del alumno en un entorno escolar normalizado.

Lo que no es un mito es que las personas con autismo requieren de una sociedad (que también es la suya) que les permita no ser invisibles o extraños ante los ojos de los demás.

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