Vida y Estilo

Playas: ¿será este el último verano para comer en El Silencio?

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Hasta hace menos de un año aún era posible llegar a El Silencio, alquilar una silla o una sombrilla y, al mismo tiempo, beber la primera cerveza mientras se pedía también la primera ronda de choritos a la chalaca al restaurante de su preferencia. Algunos de los jóvenes mozos –que aprovechaban el verano para ganarse un dinero extra con esa labor- traían prestos la carta de platos y la mesita sobre la cual uno podría degustar el potaje de su preferencia a orillas del mar.

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Sin embargo, a pesar de parecer idílica esta imagen, no representaba un buen ejemplo para la formalidad, la higiene, la salud y la contaminación sonora. Los 68 kioscos que llenaban la playa de sur a norte no contaban con licencia municipal, ni pagaban impuestos. Muchos no cumplían las mínimas normas de salubridad cuando de comida se trata. Eso, sin mencionar la batalla constante entre los reguetones de cada local por sonar más fuerte que el otro y el acoso de los ‘jaladores’ que se acercaban e incomodaban, muchas veces, a los bañistas, intentando convencerlos de consumir en determinado restaurante.

Aunque esta competencia entre ellos continúa con los kioscos que han quedado en pie es, evidentemente, bastante menor la molestia: no es lo mismo que te rodeen 30 jaladores a que lo hagan menos de 10.

‘Nosotros trabajamos muy bien, estamos ordenados, tenemos nuestra clientela’, nos dice Félix Flores, socio de la cebichería El Abuelo-El Corsario, que reúne dos conocidos locales de esta playa. Al ser desalojado en febrero del año pasado, Félix, propietario de El Corsario desde hace 26 años, se fusionó con El Abuelo. Cuenta que, tras pagar 7.500 soles, la municipalidad le dio la licencia de funcionamiento por toda la temporada.

‘Lo que sí está prohibido por ordenanza es la venta de comidas en la arena, igual que las bebidas alcohólicas en botella de vidrio. Para eso, ahora los bañistas deben acercarse al local’, dice Félix, mientras comenta que también les han pedido que controlen el volumen de la música de sus locales.

Por otro lado, cuenta que tanto Defensa Civil como el Ministerio de Salud ya inspeccionaron todos los kioscos –ocho en total- y han comprobado que están aptos. Aunque algunas voces indican que ciertos comerciantes desalojados tienen intenciones de volver, a Félix solo le preocupa preparar un buen cebiche, su especialidad, que ofrece desde 30 soles.

En el restaurante Sabino, uno de los clásicos de El Silencio desde hace más de 30 años, la especialidad es otra: cangrejo al sillau, una delicia perfecta para el verano, que solo vale 25 soles y que nació de casualidad: Sabino también es pescador y una vez él y sus compañeros salvaron una emergencia alimenticia con dicho molusco. Hoy, su intención es seguir trabajando legalmente durante todo el año.

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Por Ricardo Hinojosa

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