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Por Jorge Sánchez Herrera – Nómena ArquitecturaArquitecto/Urbanistajorge@nomena-arquitectos.com
Juzgar un edificio puede resultar subjetivo, aunque pocas veces he visto reacciones tan encontradas como en el caso de la UTEC en Barranco. Para muchos es una mole que atenta contra la escala del distrito. Caprichoso y de estética anticuada, es un edificio disfuncional, hecho solo para ser apreciado desde el exterior. Pero para otros resulta ser una especie de obra maestra.
Sin temor a equivocarme, este debe ser el edificio construido en el Perú más reconocido internacionalmente en los últimos años (el otro puede ser la Torre Interbank). Entre sus premios destaca uno obtenido hace pocos días: Al mejor edificio construido en el mundo (fuera del Reino Unido), otorgado por el Royal Institute of British Architects (RIBA), con un jurado presidido por Richard Rogers, uno de los arquitectos británicos vivos más importantes. Nada menos.
Yo me arrimo al segundo grupo: el edificio me encanta. Su primer mérito es precisamente existir en ese lugar. En una ciudad con perpetua expansión horizontal de baja altura, donde las instituciones educativas prefieren (o deben) optar por terrenos baratos lejos de los centros urbanos, con el serio problema de transporte que eso implica; esta resulta una notable excepción. Hay nuevos campus universitarios al sur de Lima donde solo es posible llegar en auto, o con transporte privado. La UTEC está a solo unos metros de una estación del Metropolitano y en la articulación de tres distritos consolidados (Miraflores, Barranco y Surco).
El segundo y más importante es haber resuelto el problema que el primer mérito implica. Si ya no podemos pensar en extensos campus universitarios horizontales, pues la tierra es cada vez más cara y escasa, ¿cómo hacemos una universidad en un lote ‘pequeño’? Esta me parece la principal razón para elegir este edificio entre más de 100 candidatos. ‘Grafton Architects (arquitectas irlandesas encargadas del proyecto) ha creado una nueva forma de pensar en un campus universitario, con un singular campus vertical’, sostiene el jurado. Porque de eso se trata este premio (y diría la arquitectura en general), de reconocer el progreso y a aquellos que tratan de llevar la disciplina un paso adelante. Eso hace la UTEC, con algunos errores seguramente, pero al que aspira al progreso no se le permite andar sobre suelo seguro.
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Su tercer mérito ha sido la forma de resolver el campus. Un enorme marco vertical que contiene los salones, laboratorios, oficinas, biblioteca y demás. Estos espacios se conectan por una serie de pasarelas y plataformas suspendidas que terminan por generar espacios interiores de 10m o 15m de altura. La configuración permite que la UTEC sea, a diferencia de los fortines en los que las universidades peruanas se han convertido, un espacio abierto y visualmente permeable. ‘(…) Toda la vida de este campus vertical está en plena exhibición a la gente de Lima’ dice la RIBA.
El edificio también resulta una excepción en un medio acostumbrado a que los edificios institucionales, corporativos y de educación se levanten mediante la repetición de una serie de losas estandarizadas, cuya apariencia final queda en manos del fabricante de vidrios. La velocidad con la que en el Perú se construyen cajas bobas envueltas en ‘papel celofán’ me da escalofríos. Mérito y ejemplo de los promotores de la universidad también. Apostaron por tener un campus urbano y entendieron la responsabilidad del futuro edificio. Antes de elegir un arquitecto, convocaron un concurso de diseño para asegurarse de contar con el mejor proyecto posible. Y lo consiguieron.