KAREN ESPEJO
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Para Cassidy Megan, una niña canadiense de solo 9 años, la epilepsia era sinónimo de soledad. El estigma de la enfermedad la había aislado de otros chicos en su escuela y en su barrio.
Por eso, el año 2008, con el apoyo de la Epilepsy Association of Nova Scotia (EANS) planteó celebrar el Día Púrpura todos los 26 de marzo.
La fecha busca generar conciencia sobre la epilepsia y derribar los mitos sobre esta enfermedad. El color alude a la flor de lavanda, que en algunas culturas se asocia con la soledad.
El neurólogo Walter de la Cruz, del Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas (INCN), calcula que una de cada 100 personas en el mundo vive con este padecimiento. Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de pacientes, aún persisten los prejuicios y la desinformación sobre el mismo.
La epilepsia es un trastorno neurológico causado por una alteración de la función eléctrica del cerebro, debido a factores genéticos, adquiridos (una lesión por algún accidente, por ejemplo) o a causas desconocidas, explica el especialista.
Estas alteraciones provocan crisis recurrentes, que pueden expresarse de diversas formas, dependiendo del área cerebral afectada.
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Más de la mitad de pacientes puede presentar convulsiones a lo largo de su vida, señala De la Cruz. Pero la enfermedad no se limita a estos movimientos bruscos e involuntarios del cuerpo, como mucha gente cree.
‘También hay crisis de ausencia, cuando el paciente se queda con la mirada fija durante unos 10 segundos, no responde a los estímulos ni recuerda lo que sucedió; o ve luces e imágenes por breves periodos de tiempo’, señala.
Con el tratamiento adecuado, indica el neurólogo, el 70% de los pacientes puede controlar esos síntomas y hacer una vida normal. Solo el 30% suele generar una resistencia a los fármacos.
¿Qué hacer en caso de una crisis? Las más severas y peligrosas son las llamadas crisis epilépticas convulsivas, precisa Walter De la Cruz.
En esos casos, lo primero que debe hacer la persona que acompañe o esté cerca al paciente es mantener la calma y actuar con celeridad.
Es importante que coloque a la persona de costado, para evitar que se atragante con su propia saliva o se lastime los pulmones. Luego deberá tomar su cabeza suavemente para evitar que se golpee.
El paciente nunca debe ser sujetado fuertemente para frenar sus movimientos. Eso será imposible. Por el contrario, la presión que se ejerza sobre él o ella podría fracturarle un hueso.
‘Mucha gente intenta introducir elementos en la boca del paciente para evitar que se muerda la lengua. Eso es un mito’, agrega el neurólogo del INCN.
En esos momentos, no hay que introducir correas, cucharas, pañuelos ni mucho menos las manos, porque la fuerza de los movimientos pueden provocar que se rompan los dientes o que salgamos lastimados.
‘Nunca se ha visto que los pacientes se muerdan la punta de la lengua. Podrán morderse las partes laterales de la misma, pero eso no le causará mayor daño’.
Otro punto importante, resalta, es tomar el tiempo de la crisis. Estas normalmente duran entre uno y dos minutos, pero si se excede de ese tiempo, lo mejor es trasladar al paciente al centro de salud más cercano.