Bienvenidos al Jardín de Rocas de Chandigarh, en el norte de India. Un mundo de fantasía con cientos de esculturas de hadas y demonios, monos y dioses y personas, incluyendo este grupo de invitados a una boda y estas chicas bailarinas hechas con pulseras rotas.
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Todas ellas salieron de las manos de un hombre que pasó años trabajando en secreto por las noches.
“Durante 18 años, nadie vino a saber de ello. Aquí había una selva, ¿quién y para qué iba a venir aquí? No hay ni caminos para venir”, señala el escultor Nek Chand.
Sin conocimiento formal en arte o escultura, Chand, que de día trabajaba de inspector de carreteras, construyó este jardín ilegalmente en un bosque propiedad del Estado.
Utilizó piedra que recogía en su bicicleta de las colinas en las afueras de la ciudad, piezas de barro o cristal y material de construcción roto, incluyendo cajetines eléctricos y cuadros de bicicleta, viendo belleza en lo que otros ven escombros.
“No planeé nada. No construí el jardín pensando que algún día la gente podría venir a ver mi creación. Lo construí como un hobby”, confiesa Chand.
Cuando su secreto salió a la luz en 1976, las autoridades le amenazaron con la demolición, pero el público le apoyó y fue nombrado encargado del nuevo jardín de rocas. Logró mejorar su creación hasta transformar el paisaje en un majestuoso jardín de ocho hectáreas.
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“Lo primero que le dije a mi padre cuando llegué aquí es que parecía como Willy Wonka y la Fábrica de Chocolate. Parece secreto y me gusta eso”, cuenta la turista canadiense Jasmine Paul.
El jardín es ahora una atracción turística que cuenta unos 3.000 visitantes al día, pero los voluntarios afirman que el jardín ha vivido épocas mejores y que ahora necesita más fondos del Gobierno estatal, que utiliza el dinero de las ventas para el mantenimiento de la zona.
“El jardín está de capa caída ahora porque el creador se está haciendo mayor, claro, la edad influye, ha trabajado mucho y ahora la gente tiene que venir aquí para salvar este lugar”, señala la voluntaria Mani Dhillon.
Las estatuas de Chand se han hecho un hueco en museos en todo el mundo y se espera que el público siga llegando para disfrutar este maravilloso lugar incluso cuando su creador ya no esté.