Aplazar trabajos y dejarlo todo para último minuto no es una novedad para muchos y, sin embargo, continuamos realizando esta práctica bajo la frase “trabajo mejor bajo presión”, pero ¿qué tan cierto es esto?
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Dejar todo para el final fomenta la procrastinación, un hábito malsano de aplazar lo inevitable, casi siempre a causa de la enorme angustia que provoca enfrentarse a uno mismo: el miedo a reconocer el tamaño de nuestra mediocridad.
En términos psíquicos, ya es preocupante, a nivel fisiológico las consecuencias también son poco favorables. Trabajar bajo presión implica tener al cerebro en estrés constante, inundándolo por esto mismo de hormonas y neurotransmisores que, como la adrenalina o la noriepinefrina, solo entorpecen su funcionamiento.
De acuerdo a un estudio, el estrés provoca que nuestro cerebro incurra en omisiones que en otro estado no cometería o, por otro lado, opere pero equivocadamente o con un desempeño pobre.
Pero la habilidad de aplazar las cosas está muy arraigada en nuestro cerebro, en esa parte que privilegia las satisfacciones inmediatas y, en consecuencia, resta valor a las satisfacciones que tardarán más en llegar. Un fenómeno conocido como ‘descuento hiperbólico’.
Uno de los efectos más curiosos de esta característica estructural es que cuando nos imaginamos en el futuro, nos pensamos a nosotros mismos como unos desconocidos totales. Los estudios del psicólogo Hal Hershfield, de la Universidad de Nueva York, sugieren que si dejamos el trabajo para el último momento, también es porque antes, cuando tuvimos tiempo de planear su ejecución, consideramos que sería otro quien lo realizaría.
Pero a pesar de todas estas evidencias fisiológicas, inconscientemente ignoramos todos los efectos negativos y volvermos a realizar esta praxis convencidos de que trabajamos mejor bajo presión.
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Pero Tim Pychyl, psicólogo en la Universidad Carleton y autor del libro Solving the Procrastination Puzzle,” asegura a partir de sus experiencias con voluntarios en investigaciones sobre el asunto, que si bien hay quienes gustan de repetir esa frase cuando el trabajo está terminado, resulta interesante acercarse a esas mismas personas en esos momentos en que parece que el tiempo se vuelca como un derrumbe inevitable:
Pero cuando llamamos a la gente en los últimos minutos del esfuerzo, no nos encontramos con personas que dicen ‘Así es como me gusta trabajar’; dicen, en cambio: ‘Me hubiera gustado empezar antes’.