Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura
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Arquitecto/Urbanista
Suelo caminar por una zona de Miraflores donde han empezado la construcción de una decena de edificios multifamiliares. Hace unas semanas, comenzó la demolición de una casa bastante grande. Cuando terminaron de tumbarla, la promotora dejó en pie un árbol del jardín interior, ubicado justo en el vértice posterior del lote. Sé poco de árboles, pero este debe haber tenido unos 15 metros de alto y un tronco de dos o tres metros de ancho. Era enorme.
¡Estos promotores son unos genios!, pensé optimistamente. Seguro han pensado dejarlo para que lo puedan ver sus departamentos posteriores, y para darle un valor agregado a todo el edificio. Lamentablemente, el árbol fue cortado en pedacitos pocos días después.
Tanto el Ministerio de Vivienda como algunas municipalidades locales han comenzado a ofrecer bonos a los edificios que cumplan ciertos criterios ‘ecológicos’ o ‘sostenibles’, como sistemas de energía alternativos, reciclaje de aguas, o que incluso logren obtener certificaciones internacionales como la ‘LEED’. En el caso del gobierno central, el bono viene en forma de financiamiento; en el caso de las municipalidades, suele otorgarse más área construida si se cumplen los requerimientos.
Lo cierto, al menos eso creo, es que muchos de estos requisitos tienen poco impacto real, resultan siendo inaplicables (como los paneles solares en un invierno gris como el limeño), y suelen funcionar mejor como medallas por lucir que como verdaderos aportes al medio ambiente. Mantener un árbol urbano de cinco pisos de altura y cincuenta años, por el contrario, tiene un irrefutable valor; no solo ambiental sino también paisajístico y hasta moral, diría yo. ¿No es acaso potente el mensaje de una sociedad que preserva sus árboles?
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Sin embargo, actualmente ningún municipio local tiene ordenanzas que hubiesen incentivado a esa inmobiliaria a salvar el susodicho árbol. Por el contrario, muchos municipios siguen exigiendo cantidades ridículas de espacios para estacionamientos, lo cual obliga a los promotores a excavar hasta el último milímetro de los lotes para cumplir con la cantidad de sótanos que resultan de estos requerimientos, eliminando así cualquier vestigio de vegetación preexistente.
Me pregunto si, así como hay ordenanzas que premian a las inmobiliarias con un piso más por vender si ponen termas solares, ¿no sería razonable premiar a aquellos promotores que preserven los árboles en el interior de sus predios? Estoy seguro de que si a esta inmobiliaria le hubiesen ofrecido un mínimo incentivo (reducción de cantidad de estacionamientos, incremento de área vendible o un descuento en el pago de arbitrios o prediales), hubiese estado más que feliz de preservar el hoy fenecido arbolete.
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