Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura
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Arquitecto/Urbanista
jorge@nomena-arquitectos.com
A menudo se compara la ciudad con un ser vivo. Como tal, la ciudad es un organismo que se encuentra en constante proceso de crecimiento y transformación, y está compuesto de diferentes sistemas y órganos. Todos sus sistemas son fundamentales, sin embargo, el sistema circulatorio es el encargado de movilizar los elementos indispensables para la vida de un organismo.
A pesar de que, a la luz de las masivas protestas, la sociedad chilena podía estallar en cualquier momento, no sorprende que su principal organismo haya colapsado justamente ante la pretensión de afectar su sistema de circulación, con el alza de la tarifa del metro.
La propuesta de aumentar el precio del pasaje hasta el equivalente a S/3,90 (1,17 dólares) representaba el cuarto aumento en dos años y ponía al Metro de Santiago como uno de los más caros de la región, sobre todo si se ve con relación a los sueldos y al costo de vida. Esto a pesar de ser un sistema subsidiado por el Estado en casi la mitad de su costo, como la enorme mayoría de los sistemas de transporte público en el mundo.
Para hacer estas comparaciones, he visto que algunos medios chilenos utilizan el precio del pasaje del Metro de Lima (S/1,50) asumiendo el costo de dos trayectos (ida y vuelta) por día. Unos cincuenta pasajes al mes incluyendo los fines de semana. Pero, a diferencia del Metro de Lima que solamente tiene la Línea 1, el Metro de Santiago tiene siete líneas que permiten transbordos entre sus estaciones, así como también con el sistema de buses del Transantiago. Vale decir que los transbordos entre las diferentes líneas o entre los dos sistemas (Metro y Bus) no requieren de un pago adicional. Por su alcance y extensión, en Santiago tiene sentido calcular el costo del transporte de una persona calculando solamente dos pasajes diarios.
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En Lima, solo el Metropolitano (S/2,50) permite transbordos con tarifas integradas entre sus buses alimentadores y troncales. Pero no con el Metro ni con los buses de los corredores complementarios del Sistema Integrado de Transporte (SIT). Entonces, si sabemos que juntos el Metro, Metropolitano y SIT solo atienden el 8% de los viajes de los limeños y que muchas veces deben hacerse transbordos entre estos sistemas y los ‘informales’ para llegar al destino final, entenderemos que el costo del transporte ‘público’ en Lima puede llegar a ser incluso más caro que en Santiago, más aún si lo vemos en relación con nuestros ingresos y sueldos mínimos.
Es difícil entender por qué, a pesar de su alto costo, peligrosidad y la importancia que un sistema de circulación representa para un ‘organismo vivo’, los limeños no terminamos de exigir -al unísono y como si fuera nuestro derecho- un mejor sistema de trasporte público.
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