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Cuando postergamos la muerte

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Creo que fue el mismo día. Según una encuesta, más de la mitad de limeños quería la revocatoria de Susana Villarán y mis dolores de espalda se agudizaban debido a una crisis laboral sin cura ni analgésicos. Octubre, sin milagros, se había ido dándole paso a noviembre en uno de los peores años que hemos vivido (¿últimamente todos los años terminan siendo malos o soy solo yo? Bah, qué más da, igual no pueden responderme). Entonces lo vi. El titular era un gran magneto de siete palabras que decía ‘La isla donde la gente olvida morir’.

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El artículo, escrito para National Geographic y publicado como un resumen editado en el New York Times , empezaba presentándonos a Stamatis Moraitis, un griego de sesentaitantos años radicado en EE.UU. al que le diagnostican cáncer al pulmón y le pronostican nueve meses de vida. Para facilitar su propio funeral, Moraitis y su mujer deciden volver al lugar en el que nacieron, Icaria, una pequeña isla que se despunta en el mar Egeo conocida por sus altos índices de longevidad.

Ahí, luego de unos cuantos párrafos, empieza a sentirse mejor. Tiene energías para volver a trabajar en su propio viñedo (cada familia tiene uno, además de un huerto) y ánimo para recibir a sus amigos una vez caída la tarde (en Icaria se bebe dos o tres botellas de vino casero cada atardecer entre cuatro y seis personas, siempre amigos de toda la vida).

Al terminar el artículo descubrí lo que sospechaba, que el cáncer de Moraitis había desaparecido sin más tratamiento que el de vivir bien y que sus doctores neoyorquinos habían muerto antes que él. La fórmula para vivir más se resumía al final de la sétima página y no incluía -gracias- impostadas clases de yoga ni forzadas dietas orgánicas. Iba más bien por levantarse tarde en un lugar en el que a nadie se le ocurre trabajar antes de las 11 a.m. (el paraíso existe), entregarse sin culpas a esa merecida siesta arrullados solo por la brisa marina, saborear la comida más rica que a su vez es la más barata (siglos de destreza gastronómica), caminar para movilizarse (hay unas 20 colinas en Icaria), ver a tus amigos todas las tardes y beber con ellos, y tener una vida sexual activa (así quién no). En conclusión, uno viviría más cuando no se tiene el menor estrés (ni siquiera se permiten sentir esa ligera preocupación por llegar tarde o no llegar, a nadie le importa, no hay reclamos ni resentimientos) y cuando ese estilo de vida es compartido por la comunidad que te rodea.

¿Raúl Vargas entrevistará a Fujimori ? Volvamos a lo nuestro.

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