Tras 5 meses de gestión del alcalde de Lima , Luis Castañeda , sus medidas han generado una ola de críticas en la población. El periodista Augusto Thorndike ironizó sobre lo que el considera las cuatro “rocas” (medidas) tomadas por el burgomaestre, que han causado mayor desaprobación en los ciudadanos.
Sobre la primera ‘roca’, el borrado de murales, Thorndike dijo: ‘La primera roca que rodó para ver si el mar se la tragaba fue el borrado de los murales, expresión cultural juvenil que brillaba con frescura en las calles de Lima la Gris. Un antídoto colorido para una ciudad apagada, un incentivo al arte. ‘¿Al arte?’, preguntó Castañeda. ‘¿Qué es eso? El único color oficial de mi partido, pero diremos que es el color de la ciudad de Lima».
Acerca de la segunda ‘roca’, la anulación de la reforma del transporte, señaló: »Nada quedará de Susana Villarán’, es la consigna. Tanto costó por fin desterrar a las combis y a la coaster de nuestras principales vías para tener al menos cinco corredores viales en los que funcionen consorcios ordenados, con buses que no estén correteándose entre sí, ni estrellándose contra los paraderos y matando abuelitas. Pero no, había que borrar todo vestigio de la gestión Villarán, así que se tumbó todo el proceso. No importa si eso le iba a costar a la ciudad de Lima, a usted y a mí, millones de indemnizaciones’.
Sobre la tercera roca, el bypass de la avenida 28 de Julio, Thordnike manifestó: ‘La obra Línea Amarilla (Hello, es amarilla por si acaso) fue modificada para incluir a Río Verde, que tenía la intención de rehabilitar la ribera del río Rímac y reubicar a la comunidad shipiba de Cantagallo. ‘¿Qué cosa?’, preguntó Castañeda. ‘¿Verde? ¡De ninguna manera!’ Luego le preguntó a sus asesores: ‘¿No podemos ponerle Río Amarillo?’. ‘No señor’, respondieron. ‘Entonces no va’. Así fue dado de baja este hermoso proyecto’.
Con respecto a la cuarta ‘roca’, La Pampilla de la Costa Verde, el periodista aseguró:* ‘Volaban las rocas unas tras otra en La Pampilla. Volquetes llenos de rocas municipales llegaban y llegaban. Los surfistas no podían contra la cantidad de rocas que caían y rodaban y rodaban. Cien días de rocones, uno tras otro levantando polvo y humaredas, custodiadas por guardias de asalto. Las piedras se asentaban y la espuma de mar salpicaba contra su monumental indiferencia. Pero nada podía hacerse, simplemente eran demasiadas’.