BOA VISTA, Brasil (AP) — A la distancia, el pequeño grupo que yace en la acera afuera del mercado municipal se podría confundir con los cientos de personas sin hogar dispersos en Boa Vista, pero son yanomami, un pueblo indígena de la selva amazónica que suele vivir en relativo aislamiento. Los años de abandono durante el gobierno anterior del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro provocaron una crisis de salud que empeoró cuando los mineros de oro ilegales invadieron su territorio. Decenas de yanomami terminaron deambulando por la ciudad más grande de la región.
PUBLICIDAD
Los mayores de un grupo que vive en el mercado de alimentos de Boa Vista son una pareja: Oma Yanomami, de 46 años, y Bonita Yanomami, de 35. Ambos son de la comunidad Koroasipiitheri, sólo accesible por avión. En septiembre, fueron desalojados por cuestiones médicas a Boa Vista para acompañar a su hijo de 3 años, quien padecía malaria.
Al principio, se quedaron en la Casa de Salud Indígena conocida como Casai, un centro federal en las afueras de Boa Vista, una ciudad en expansión con 440.000 habitantes y la capital del estado de Roraima. Pero en los primeros días, la familia dejó el centro y comenzó a vivir en las calles.
“Estaba muy lleno”, dijo el jueves Oma Yanomami a The Associated Press en un deficiente portugués y sentado sobre la acera sucia. A su lado, su esposa dormía pese al pesado tráfico vehicular en las inmediaciones. Ambos tenían moretones y su salud parecía mala.
Un reporte publicado esta semana por el Ministerio de Salud pinta un sombrío panorama de Casai, que fue construida para acoger a yanomamis en tratamiento y sus familiares. Su capacidad es para 200 personas, pero recibe hasta 700, que representa el 2% de la población yanomami. La cifra no incluye a los que están hospitalizados, entre ellos varios niños con desnutrición severa.
“Los baños son insalubres y las áreas para comer insuficientes y desagradables. Además, hasta hace unos meses, la comida era insuficiente”, señala el reporte. “Los yanomami carecen de espacio para preparar sus alimentos y realizar otras actividades, así que en la noche, hay varias personas embriagadas, y denuncias de violencia y atropellos con fuga”.
Según el reporte, 150 yanomamis pueden regresar a sus aldeas, pero la espera para conseguir un lugar en un vuelo de regreso puede ser larga. En un caso extremo, de 10 años.
PUBLICIDAD
Unos 30.000 yanomamis viven en el territorio indígena más grande de Brasil, que abarca una área aproximadamente del tamaño de Portugal y se extiende por los estados de Roraima y Amazonas en la punta noroeste de la Amazonía de Brasil.
La vida en las calles pasó factura a Oma y Bonita Yanomami. Al poco tiempo, su hijo contrajo neumonía, mientras que ellos cayeron en el alcoholismo. Trabajadores de salud pronto se enteraron de la situación y llevaron al pequeño a un hospital local. Ahí, fue registrado como “indigente”, lo que lo colocó en el proceso de adopción sin el consentimiento de los padres.
Durante cuatro meses, la pareja no vio a su hijo. Luego trabajadores sociales afiliados con el movimiento indígena intervinieron para que pudieran visitarlo. El futuro del niño ahora depende de una orden judicial.
No es poco común encontrarse a yanomamis en las calles de Boa Vista, la mayoría de ellos con problemas de alcoholismo. Algunos regresan a Casai durante la noche, mientras que otros terminan bajo viaductos.
Su vida es complicada. Hace dos semanas, una mujer yanomami dio a luz en la acera. El jueves, un hombre yanomami murió varios días después de resultar herido en una pelea al interior de una prisión, según el Secretario de Justicia del estado. Hay 269 reclusos en Roraima de varios grupos indígenas.
En enero, el gobierno federal del presidente Luiz Inácio Lula da Silva declaró una emergencia de salud pública para el pueblo yanomami. Desde entonces, médicos militares han atendido a más de un millar de personas en un hospital de campaña en Boa Vista y 4.000 canastas de alimentos han sido distribuidas en el extenso territorio.
Simultáneamente, las fuerzas de seguridad comenzaron a destruir equipos y a controlar la entrada de los mineros de oro ilegales, aproximadamente 20.000 personas. Como resultado, decenas han decidido dejar el territorio indígena, mientras que muchos más siguen minando oro.
Las organizaciones indígenas ahora quieren que el niño yanomami, que ya cumplió 4 años, regrese con sus padres para que puedan abordar un avión y regresar a Koroasipiitheri, en donde seis hermanos los esperan.
___
La cobertura climática y ambiental de The Associated Press recibe el apoyo de varias fundaciones privadas. La AP es la única responsable del contenido.