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Arhuacos alzan su voz patrimonial por la tierra en Colombia

NABUSIMAKE, Colombia (AP) — Desde la Sierra Nevada de Santa Marta, al norte de Colombia, el pueblo indígena arhuaco ha conservado su antigua cosmovisión y tradición, superando la incursión de los misioneros capuchinos que pretendieron evangelizarlos en el siglo XX, los grupos armados ilegales y ahora buscan superar los daños a la “madre tierra”.

Sus conocimientos y los de otros tres pueblos indígenas, Kogui, Wiwa y Kankuamo, fueron declarados en noviembre del año pasado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

“Es muy importante el reconocimiento, pero va a ser mucho más importante que se respete y se conserve la madre tierra, el espacio donde existimos”, dijo Zarwawiko Torres, cabildo gobernador del pueblo arhuaco, a The Associated Press.

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Para Torres, la designación de la Unesco en la práctica debería evitar que en sus tierras se hagan megaproyectos mineros o represas para construir hidroeléctricas. “Es tener conciencia para que mantengamos el orden de la naturaleza, como ha venido desde la creación del mundo”, explicó.

Los arhuacos creen en la Ley de Origen como una guía de comportamiento y conocimientos espirituales que los rigen como pueblo. En su complejidad, se puede entender como una ley de vida donde la naturaleza no se puede destruir. “El agua debe tener su propio cauce, las piedras existir en su mismo espacio. Ella me respeta y yo la respeto”, enfatizó Torres.

A nivel espiritual suelen ofrendar a la “madre naturaleza” un tributo por utilizar al agua, el viento, el sol o los animales. Para el ritual con el que ofrendan por el agua ayunan durante varios días y acuden a la orilla del mar o a un pico nevado donde está la “madre agua”. En caso de no pagar la ofrenda, creen que pueden llegar enfermedades o catástrofes a su pueblo.

Su vida está conectada profundamente con la Sierra Nevada que se alza desde las costas del Caribe y que en sus partes altas tiene nevados, lagunas y páramos. Sus vestidos blancos tejidos con lana de oveja representan la nieve y sus sombreros en forma de cono, el pico nevado.

Para llegar a sus tierras, es necesario obtener un permiso de las autoridades indígenas y estar dispuesto a internarse en las montañas donde sus normas priman. Rápidamente, se pierde la señal telefónica y el internet e inician caminos sin pavimentar y ríos que conducen a Nabusimake, conocida como la capital arhuaca.

La familia Torres Izquierdo vive a dos horas de camino a pie de Nabusimake, en dos casas con paredes de barro y techo de hojas de palma. No tienen electricidad, pero en las noches se calientan con una fogata dentro de su casa donde duermen en el suelo o sobre cueros de animales. Tampoco agua corriente o cañerías, pero se bañan y lavan su ropa en un río cercano.

Las jornadas inician a hacia las cinco de la mañana con la salida del sol. Lucía suele irse a su trabajo en Nabusimake como auxiliar de enfermería y sus dos hermanas mellizas de 16 años, Irene y Alba, suelen acompañarla al pueblo cuando asisten al colegio indígena, pero en tiempo de receso escolar ayudan a su familia a pastorear las ovejas. Mariano, otro de sus hermanos, heredó de su padre ser “mamo”, un líder espiritual que guarda la sabiduría de su pueblo.

No todos en la familia de Juana, la madre de Mariano y 11 hijos más, saben hablar español. Algunos solo “Iku”, el idioma nativo que el pueblo arhuaco ha logrado conservar pese al contacto con la sociedad occidental y especialmente luego de que los misioneros capuchinos que llegaron en 1916 intentaran “civilizarlos”. Los misioneros fueron expulsados por los indígenas en 1982.

Para la determinación de sus familias los arhuacos tienen linajes o castas. Las mujeres heredan las castas maternas y los hombres las paternas. Sin embargo, con el proceso de colonización las fueron perdiendo. “Cuando empiezan a hacer los registros civiles les pusieron una decena de apellidos españoles como Izquierdo, Torres o Mejía”, explicó a AP Gunnara Izquierdo, lingüista arhuaca.

Los arhuacos se definen como un pueblo pacífico que no utiliza armas y por principio tienen prohibido asesinar o robar. Sin embargo, en su tierra han sufrido el accionar de los grupos armados ilegales, primero de las guerrillas y luego del paramilitarismo.

También han padecido por la incursión del narcotráfico, aunque en la actualidad mantienen bajos niveles de cultivos ilícitos. En 2021 se registraron 2,5 hectáreas de hoja de coca en la Sierra Nevada, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés). Toda Colombia registró 204.000 hectáreas sembradas, un nivel récord.

Para los arhuacos la hoja de coca es una planta sagrada llamada “ayu”, que nada tiene que ver con la cocaína que producen los “hermanos menores”, como llaman a la sociedad fuera de su cultura.

Las plantas, las piedras, los animales y la misma Sierra Nevada son seres vivos que tienen espíritu para los arhuacos. “Si la Sierra fuera muerta no tendríamos vida”, insistió Torres.

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Suárez reportó desde Bogotá.

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