MOGADISCIO, Somalia (AP) — Ya fue suficiente. Durante 13 años, los extremistas de la filial de Al Qaeda en África Oriental controlaron la aldea de Mohamud Adow en el centro de Somalia, impusieron una ideología rigurosa y arrestaron a maestros y líderes tradicionales locales.
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Luego llegó la noticia de que las fuerzas somalíes, en una sorprendente ofensiva nacional, habían expulsado a los milicianos de las aldeas cercanas.
Un pequeño grupo de residentes se escabulló una noche de agosto para reunirse con los comandantes de las fuerzas somalíes y los invitaron a su aldea de Rage El. Adow, de 80 años, estaba entre los que tomaron las armas, uniéndose a una milicia local que luchaba junto a las fuerzas somalíes en enfrentamientos rurales con armas de fuego maltrechas.
“La gente vivía en agonía”, dijo Adow, uno de varios testigos entrevistados por The Associated Press.
En la que está siendo llamada “guerra total” por el gobierno del presidente Hassan Sheikh Mohamud, elegido en mayo, Adow y otros en la nación del Cuerno de África están siendo alentados a enfrentarse a los extremistas de Al Shabab, que desde hace mucho tiempo están incrustados en la sociedad somalí, se aprovechan de las divisiones entre clanes y extorsionan millones de dólares al año a empresarios y agricultores en sus intentos por imponer un califato islámico.
El jueves, el gobierno de Somalia anunció un “levantamiento popular” en su intento por presionar a Al Shabab desde todos los ángulos, incluidos los financieros.
Es descrita como la ofensiva más significativa contra Al Shabab en más de una década. Y esta vez los combatientes somalíes están al frente, respaldados por las fuerzas estadounidenses y de la Unión Africana.
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Los miles de milicianos de Al Shabab han frenado la recuperación de la nación tras décadas de conflicto, ejecutando osados ataques en la capital, Mogadiscio, y en otros lugares. A lo largo de los años, países desde Turquía hasta China y los de la Unión Europea han invertido en entrenamiento militar y otros apoyos antiterroristas en Somalia.
El fin de semana pasado, Estados Unidos hizo una donación pequeña pero simbólica de 9 millones de dólares en armas pesadas y equipo al Ejército Nacional Somalí, cuyas habilidades han sido cuestionadas por mucho tiempo. Actualmente se prepara para hacerse cargo de la seguridad del país a finales del año próximo, la cual se encuentra ahora en manos de una fuerza multinacional de la Unión Africana.
“Aplaudimos el éxito logrado por las fuerzas de seguridad somalíes en su lucha histórica para liberar a las comunidades somalíes que sufren bajo Al Shabab”, dijo Larry Andre, el embajador de Estados Unidos.
El gobierno de Somalia ha dicho que más de 1.200 extremistas han muerto desde agosto, según una base de datos mantenida por Omar Mahmud, analista del International Crisis Group, un organismo no gubernamental. Tales afirmaciones no pueden ser verificadas.
Un punto crucial para el progreso de la ofensiva es que la población se encuentra al límite de sus fuerzas debido a una sequía histórica. Mientras los animales y los cultivos se debilitan y mueren —y millones de personas pasan hambre—, los somalíes que huyen de las comunidades controladas por Al Shabab han descrito las duras exigencias de impuestos por parte de los extremistas.
“Te dicen que les están quitando a sus animales sin permiso”, dijo el general Abdirahman Mohamed Tuuryare, exdirector de la agencia de inteligencia nacional de Somalia, quien encabeza la ofensiva contra Al Shabab en la región de Shabelle Central. “Incluso al niño nacido esta noche se le requerirá pagar”.
Los residentes también han descrito que Al Shabab obliga a sus hijos a convertirse en terroristas suicidas y a matar gente a discreción.
Tuuryare describió una batalla sangrienta el año pasado por la comunidad de Masjid Ali Gadud en la que estimó que 200 combatientes de Al Shabab y “muchos” soldados murieron. Tomó tiempo persuadir a los recelosos residentes a que regresaran a una población controlada tan estrictamente que incluso las escuelas coránicas estaban cerradas. Sólo funcionaban los centros para entrenar a atacantes que ponen bombas y a combatientes.
Después de 15 años bajo el adoctrinamiento de Al Shabab, dijo Tuuryare, a los residentes les resultó difícil comprender que otros somalíes habían venido a ayudarlos.
Un residente, Ibrahim Hussein, todavía está adaptándose. Los radicales de Al Shabab reclutaron por la fuerza a los adolescentes y obligaron a las mujeres a casarse, dijo a The Associated Press, y las personas declaradas culpables de adulterio eran lapidadas hasta la muerte o azotadas públicamente.
Aun así, la seguridad era buena: “Por ejemplo, cuando se convoca a una oración, todos van hacia la mezquita sin cerrar sus propiedades. Nadie puede tocarlas. Si alguien es sorprendido robando, él o ella enfrentará la amputación de una o más extremidades”, declaró Hussein.
Granjearse a esas comunidades, y retener su aprecio por medio de una administración eficiente, son retos importantes para el objetivo del gobierno somalí de eliminar a Al Shabab este año. Otro es evitar que las milicias populares locales que trabajan con las fuerzas somalíes acumulen poder en un país inundado de armas y que se conviertan en una nueva amenaza.
“Las fuerzas locales no deberían pelear entre ellas, no deberían convertirse en rufianes”, recalcó el general Tuuryare, y agregó que el gobierno apoya la capacitación y el asignar puestos de seguridad locales a los miembros de las milicias populares.
“Si todo esto sale mal y resulta que (Al Shabab) regresa, no será fácil reorganizarse”, reflexionó Tuuryare. Expresó su deseo de un mayor apoyo militar de Washington, incluidos más ataques con drones contra Al Shabab, y una campaña de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU para levantar el embargo de armas a Somalia y facilitar su acceso a las armas pesadas.
En un análisis para el Centro de Combate al Terrorismo, en West Point, Samira Gaid, exasesora de seguridad del gobierno somalí, advirtió que el éxito de la ofensiva podría ser fugaz si el aún frágil gobierno de Somalia no se enfoca en ganarse los corazones y las mentes y aborda las rivalidades entre clanes que Al Shabab ha aprovechado durante mucho tiempo para su beneficio.
“Esta sigue siendo una ofensiva notable ya que, por primera vez, vemos un despertar ciudadano que es apoyado por el gobierno federal”, dijo a la AP. Durante años, los somalíes han visto que la lucha contra Al Shabab es encabezada por forasteros como la fuerza de la Unión Africana o soldados de las vecinas Etiopía y Kenia.
Ahora Kenia está incrementando la seguridad a lo largo de la frontera para detectar a los extremistas que huyen, y Estados Unidos anunció este mes recompensas millonarias en dólares por líderes de Al Shabab acusados de ataques de gran magnitud.
Sintiéndose presionado, Al Shabab ha contraatacado. En octubre mató cuando menos a 120 personas por medio de un antentado en una intersección concurrida de Mogadiscio.
Pero para los somalíes que desde hace mucho tiempo se han visto separados de sus seres queridos debido los extremistas, hay esperanza.
Hassan Ulux es un adulto mayor tradicional de 60 años que dejó su comunidad de War-isse hace una década y temía regresar hasta que recientemente le fue arrebatada a Al Shabab.
“Alabado sea Alá”, dijo, por fin en casa. “Ahora son ellos quienes huyen. Ahora podemos hablar de educación y normalidad”.
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La periodista de The Associated Press Cara Anna contribuyó a este reportaje desde Nairobi.