El personal de Bread for the City, una venerable organización de beneficencia en la capital de Estados Unidos, pensaron que estaban preparados para el donativo anual de alimentos Holiday Helpers previo al Día de Acción de Gracias de este año.
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La pandemia de Covid-19 se había desvanecido, pero la inflación era alta, por lo que presupuestaron repartir 12 mil comidas, un 20% más que los niveles normales previos a la pandemia.
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Pero rápidamente quedaron abrumados, con largas filas de clientes que esperaron horas para recibir un pavo gratis y una tarjeta de débito de 50 dólares para comprar comestibles. Se vieron obligados a cerrar tres días antes tras ayudar a 16 mil personas, muchas más de las que preveían.
“No queremos volver a traumatizar a nuestra comunidad haciéndola esperar afuera durante cuatro horas por un pavo”, dijo Ashley Domm, directora de desarrollo de la organización de beneficencia. “No estamos preparados para tener a cientos de personas haciendo fila en una calle de la ciudad”.
La experiencia de Bread for the City refleja una dinámica más amplia que está desarrollándose en todo el país. La que muchos estadounidenses esperaban sería la primera temporada navideña normal en tres años, en lugar de ello ha entrado de nuevo en una crisis intensificada de hambre, con la Navidad en el horizonte.
Un informe de septiembre del Urban Institute (un grupo de investigaciones sobre políticas económicas y sociales con sede en Washington) estimó que aproximadamente uno de cada cinco adultos experimentó inseguridad alimentaria en el hogar el verano pasado, una cifra casi similar a la del primer año de la pandemia, pero un incremento agudo en comparación con la primavera del 2021. Los adultos negros e hispanos reportaron tasas más altas de inseguridad alimentaria que sus contrapartes blancas, según el informe.
“Durante la pandemia, nadie tenía trabajo y nadie tenía dinero. Ahora están de regreso en sus trabajos, pero el dinero no es suficiente. Todavía es difícil”, dijo Nancy Murphy, una cuidadora de 45 años que recogió un pavo congelado y comestibles la semana pasada de un donativo en la parroquia Asamblea Vino Nuevo de la Iglesia de Dios El Cristiano Redimido, en el noreste de Washington.
El gobierno estima que los precios de los alimentos subirán entre un 9.5% y un 10.5% este año. Y eso está presionando los presupuestos de muchos estadounidenses y los bancos de alimentos que los han ayudado, especialmente luego de que expiró el flujo masivo de ayuda por la pandemia.
“La inflación ha sido la historia del año”, dijo Michael Altfest, director de compromiso con la comunidad en el Banco de Alimentos del Condado Alameda en Oakland, California.
Altfest agregó que el nivel de necesidad en la comunidad todavía es entre un 50% y un 70% más alto que los niveles previos a la pandemia, y aproximadamente el 30% de las llamadas a la línea de ayuda de emergencia del banco de alimentos son de personas que telefonean por primera vez.
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En muchos casos, las organizaciones de beneficencia y los bancos de alimentos se habían preparado para un número mayor debido a la inflación, sólo para descubrir que el nivel de necesidad había superado por mucho sus proyecciones.
El Banco de Alimentos del Área de la Capital, en Washington, originalmente calculó que necesitaría distribuir unos 43 millones de comidas durante el año presupuestario de julio del 2022 a junio del 2023. Ahora, cuatro meses después de iniciado ese año fiscal, ya está un 22% por encima de esas predicciones.
“La inflación ha sido la historia del año”, dijo Michael Altfest, director de compromiso con la comunidad en el Banco de Alimentos del Condado Alameda en Oakland, California.
En Illinois, Jim Conwell, del Banco de Alimentos de la Zona Metropolitana de Chicago, dice que la necesidad todavía es elevada. “Así que estamos comprando más y gastando más en lo que compramos”, señaló.
La red de su organización prestó servicios a aproximadamente un 30% más de hogares en agosto del 2022, en comparación con el agosto previo.
“Las familias que apenas estaban logrando enderezar las cosas están experimentando un reto completamente nuevo, o incluso si tienen empleo, o tienen varios trabajos o fuentes de ingresos, (el dinero) simplemente no está rindiendo igual que hace dos años”, añadió.
Los precios más altos están obligando a las personas a hacer “sacrificios en alimentos”, señaló Altfest.
Por ejemplo, dijo, el precio del pollo aumentó más del doble: de 78 centavos por libra (453 gramos) el año pasado a 1,64 dólares por libra este año. Las estimaciones de la fundación Farm Bureau establecen que el costo del pavo es un 21% más alto que el año pasado.
Y el investigador mercadológico Datasembly estima que una caja de relleno de 16 onzas (453 gramos) cuesta un 14% más que el año pasado, y una bolsa de papas Russet de cinco libras (2,27 kilos) cuesta un promedio de 45,5% más.
Mike Manning, presidente del Banco de Alimentos de la Zona Metropolitana de Baton Rouge, en Luisiana, hace una distinción entre el aumento de los niveles de hambre causado por la pandemia y la crisis actual.
Durante la pandemia, los trabajos e ingresos de millones de personas prácticamente desaparecieron, lo que creó una ola inmediata de necesidad que él comparó con las secuelas de un huracán.
Pero la crisis actual ha sido un incremento lento y constante que comenzó a fines de febrero y sigue en aumento. Manning dijo que su banco de alimentos ha visto un aumento del 10% al 15% en la inseguridad alimentaria local tan sólo en los últimos dos meses.
“Uno está hablando con personas que tienen ingresos más bajos y tienen varios empleos; sólo hay que pensar en el costo de ir de un trabajo a otro, con la gasolina consumiendo cualquier extra que estén tratando de ganar”, agregó.
“¿Qué van a hacer? ¿Renuncian a la gasolina, y por lo tanto no pueden llegar a trabajar, o se sacrifican en la comida y regresan y nos piden ayuda?”, dijo.
Y sin indicios claros de cuándo podría disminuir la ola de inflación a largo plazo, “esto casi se siente más como un maratón sin una línea de meta a la vista”, dijo Conwell, del banco de alimentos de Chicago.
Domm recuerda las filas en Bread for the City que “permanecieron abrumadoramente largas” durante semanas. El hecho de que los clientes estuvieran dispuestos a esperar afuera durante horas por un pavo y una tarjeta de débito habla de “la intensidad y profundidad de la necesidad”, señaló.
También se cree que hay además un elemento psicológico en juego: después de dos temporadas navideñas consecutivas afectadas por la pandemia, las familias están muy ansiosas por tener algo más cercano a la normalidad.
“La gente ha evitado reunirse con sus familias durante los últimos dos años. Así que este año hay más presión para conseguir comestibles y tener una comida grupal”, dijo.