Elon Musk ha tomado el control de Twitter después de una larga batalla jurídica y meses de incertidumbre. La pregunta ahora es qué hará realmente con esta red social.
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Musk dio un indicio el viernes de la dirección en la que se dirige con un tuit, en el que dijo que no se tomarán decisiones sobre el contenido ni la reinstalación de cuentas específicas hasta que se establezca un “consejo de moderación de contenido”. El consejo, escribió, estaría integrado por personas con diversos puntos de vista.
Se prevé que haya grandes ajustes de personal, proceso que Musk ya inició el jueves al despedir a tres altos ejecutivos. Un cuarto confirmó su partida en un tuit.
Pero Musk, gurú tecnológico y autoproclamado “Chief Twit”, ha efectuado declaraciones contradictorias en torno a su visión para la compañía, y ha compartido pocos planes concretos sobre cómo la operará tras adquirirla por 44.000 millones de dólares.
Ante ello, a los usuarios, anunciantes y empleados de Twitter no les queda más que analizar cada medida que tome en un intento por dilucidar a dónde podría llevar a la empresa. Muchos tratan de ver si recibirá de vuelta a diversas personalidades conservadoras que fueron expulsadas de Twitter por violar sus reglas, especulaciones que se ven exacerbadas por las próximas elecciones en Brasil, Estados Unidos y otras partes.
“Estaré profundizando más hoy”, tuiteó el viernes temprano, en respuesta al conductor de un podcast político de tendencia conservadora que se ha quejado de que la red social favorece a los liberales y en secreto rebaja las voces conservadoras.
El expresidente estadounidense Donald Trump, quien solía tuitear ávidamente antes de que Twitter le cerrara su cuenta, dijo el viernes que está “muy contento de que Twitter esté ahora en manos juiciosas”, pero promovió su propia red social, Truth Social, la cual lanzó luego de que Twitter le cerrara su cuenta.
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Trump fue expulsado dos días después de los ataques del 6 de enero de 2021 al Capitolio federal, por un par de tuits que según la compañía seguían arrojando dudas sobre la legitimidad de las elecciones presidenciales y elevaban los riesgos para la investidura de Joe Biden, a la que Trump dijo que no acudiría.
Trump ha dicho repetidas veces que no regresará a Twitter aunque le reinstalen su cuenta, pero algunos aliados se preguntan si podrá resistirse en un momento en que se encuentra más cerca de anunciar otra campaña por la presidencia. Su cuenta en Twitter sigue suspendida hasta el momento.
Mientras tanto, personalidades conservadoras en la red social empezaron a recircular teorías conspirativas que ya habían sido descartadas, como las relacionadas al COVID-19 y las elecciones de 2020, en un intento un poco en broma de “probar” si las políticas de Twitter con respecto a la publicación de información falsa aún están siendo aplicadas.
Musk no facilita dilucidar qué hará.
Ha criticado la dependencia de Twitter en los anunciantes, pero el jueves efectuó una declaración que pareció encaminada a aplacar sus temores. Se ha quejado de las restricciones a la libertad de expresión en la plataforma, pero luego prometió que no permitirá que se convierta en un “infierno”. Y durante meses ni siquiera estuvo claro si realmente quería controlar la compañía.
Después de que Musk firmó un acuerdo para adquirir Twitter en abril, intentó retractarse, ante lo cual la empresa lo demandó para obligarlo a concretar la compra. Una jueza de Delaware había ordenado que el acuerdo tenía que finalizarse a más tardar hoy viernes.
Dan Ives, analista de Wedbush, considera que Musk y sus inversionistas pagaron un precio inflado. Incluso Musk ha dicho que el precio de 44.000 millones de dólares por Twitter fue demasiado elevado, pero dice que la compañía tiene un gran potencial.
El pago “pasará a la historia como una de las adquisiciones tecnológicas más sobrepagadas en la historia de las fusiones y adquisiciones, en nuestra opinión”, escribió Ives en una nota a los inversores. “Con un valor justo que cifraríamos en unos 25.000 millones de dólares, la compra de Twitter por parte de Musk sigue siendo un gran acertijo del que, en última instancia, no pudo deshacerse una vez que los tribunales de Delaware se involucraron”.
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Las periodistas de The Associated Press Jill Colvin y Mae Anderson contribuyeron a este despacho desde Nueva York.