BOURJ HAMMOUD, Líbano (AP) — Jihad Michlawi, de 31 años, brega por ganarse la vida como chef en Beirut en medio de la crisis. El palestino nunca había pensado en emprender la peligrosa travesía del Mediterráneo a Europa hasta que lo convencieron algunos amigos que lo lograron.
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Ahora es uno de los sobrevivientes del naufragio de una embarcación de migrantes que partió de Trípoli, Líbano, hacia Italia, trasportando a unos 150 libaneses, sirios y palestinos.
“Algunos de los que llegaron me dijeron que la vida en un campamento para desplazados en Europa era mejor que la vida en Beirut y que hasta la comida era mejor”, dijo.
La embarcación sobrecargada naufragó el miércoles pasado frente a la costa de Tartus, Siria, al día siguiente de zarpar de Líbano. Al menos 94 personas murieron, entre ellas 24 niños. Veinte personas sobrevivieron y el resto siguen desaparecidos.
El incidente trágico en el Mediterráneo fue el más mortífero en los últimos dos años, cuando libaneses, sirios y palestinos tratan de huir de Líbano a Europa en busca de trabajo y estabilidad. El Alto Comisionado de la ONU para Refugiados dice que las travesías marítimas desde Líbano han aumentado 73% en el último año.
La economía libanesa cae en picada desde hace tres años, las tres cuartas partes de la población ha caído en la pobreza y la libra libanesa ha perdido el 90% de su valor frente al dólar.
Michlawi dijo que dio los miles de dólares que logró reunir al contrabandista, al que describe como un “monstruo”. El ejército libanés ha apresado al contrabandista.
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Michlawi partió de noche hacia Trípoli, y un auto con las ventanas ennegrecidas lo llevó junto con otros cinco a una huerta de naranjos. Allí, subieron con tres decenas de personas a camionetas cubiertas con lonas.
El llegar a la costa y ver la pequeña embarcación que los llevaría, muchos empezaron a dudar. “En ese momento pensamos que, ya que estamos aquí, vamos, pero probablemente deberíamos haber pensado en el peligro que correríamos”.
El motor del bote empezó a detenerse intermitentemente, pero al día siguiente se detuvo del todo y dejó el bote a merced de la marea. Entonces empezó el pánico, dijo Michlawi.
Él y otros trataron de moverse en el bote para impedir que se diera vuelta. Las grandes olas lo arrojaron al suelo varias veces, y un vidrio se clavó en su pie izquierdo.
Una gran ola arrojó a varias personas por la borda. Michlawi recuerda a un bebé de “no más de uno o dos meses de edad”. Fue entonces que él y varios más decidieron nadar hacia la costa, aunque les llevaría horas.