El jefe de la policía de Japón dijo el jueves que renunciará para asumir la responsabilidad por el disparo letal que acabó con la vida del ex primer ministro Shinzo Abe, durante un acto electoral el mes pasado.
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El anuncio del jefe de la Agencia Nacional de Policía, Itaru Nakamura, coincidió con la publicación de un reporte de la agencia sobre sus errores en la protección de Abe el pasado 8 de julio, cuando fue asesinado en Nara, en el oeste de Japón.
La policía halló fallos en la escolta policial del político que permitieron que el atacante le disparara por la espalda, indicó el informe. Nakamura dijo que se tomó la muerte del exmandatario en serio y que presentó su renuncia ante la Comisión Nacional de Seguridad Pública antes en el día.
“Para reexaminar fundamentalmente la protección y no permitir que esto vuelva a ocurrir, tenemos que tener un nuevo sistema”, dijo Nakamura en una conferencia en la que anunció su intención de dejar el cargo. Nakamura no dijo cuándo se hará oficial su dimisión. Según los medios japoneses, se espera que el gobierno acepte la renuncia en su reunión del viernes.
El supuesto agresor, Tetsuya Yamagami, fue arrestado en el lugar de los hechos y estará bajo evaluación psquiátrica hasta finales de noviembre. En su declaración policial, Yamagami dijo a la policía que atacó a Abe por su relación con la Iglesia de la Unificación, a la que él odia.
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El año pasado, Abe envió un mensaje de video a un grupo afiliado a la iglesia, lo que según los expertos podría haber enojado al sospechoso.
Problemas con el reclutamiento
La familia de Abe lo recordó el jueves en un ritual budista privado al cumplirse el 49no día de su fallecimiento. En Nara, el responsable policial de la prefectura, Tomoaki Onizuka, expresó también su intención de renunciar por el incidente.
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La iglesia, que se fundó en Corea del Sur en 1954 y llegó a Japón una década después, ha establecidos estrechos lazos con una serie de legisladores conservadores, muchos de ellos del Partido Liberal Democrático de Abe, por su posición común contra el comunismo.
Desde la década de 1980, la iglesia enfrentó acusaciones de problemas con el reclutamiento y las ventas religiosas en Japón, y los vínculos del partido gobernante con la institución hicieron caer en picado el índice de aprobación del ejecutivo del primer ministro Fumio Kishida, después incluso de su reciente remodelación.