NUEVA DELHI (AP) — Las manifestaciones del 5 de agosto por parte del principal partido de oposición para protestar por la carestía de la vida y el desempleo comenzaron como cualquier otra movilización de este tipo: Un partido de oposición sin demasiado peso electoral salió a la calle para criticar al popular gobierno del primer ministro Narendra Modi.
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La protesta, sin embargo, cambió de tono cuando algunos legisladores del Partido del Congreso encabezados por Rahul Gandhi --el principal rival de Modi en las dos últimas elecciones-- se dirigieron al Parlamento y se produjo una situación tensa con la policía.
“La democracia pasó a la historia” en la India, dijo posteriormente Gandhi en un tuit, al describir fotografías de su breve detención, junto con otros altos dirigentes de su partido.
Más de uno cree que la democracia está perdiendo terreno en la India, el país democrático más grande del mundo, con 1.400 millones de habitantes.
Expertos y detractores del gobierno dicen que el poder judicial es cada vez menos independiente. La libertad de prensa y de expresión se ve cada vez más comprometida. Las minorías religiosas enfrentan un fuerte hostigamiento de nacionalistas hindúes. Y las manifestaciones generalmente pacíficas se ven obstaculizadas por restricciones a la internet y la detención de dirigentes.
“La mayoría de las antiguas colonias han tenido problemas para instalar procesos democráticos duraderos. India tuvo más éxito que la mayoría en ese sentido”, expresó el novelista Arundhati Roy, ganador del Premio Booker. “Ahora, 75 años después (de la independencia), ver que es desmantelada sistemáticamente y de forma tan violenta es traumático”.
Los ministros de Modi afirman que los principios democráticos siguen vigentes y se robustecen.
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“Si hoy impera en el mundo la sensación de que la democracia es, de alguna manera, el futuro, se debe en buena medida a la India”, sostuvo el ministro de relaciones exteriores Subrahmanyam Jaishankar en abril. “Hubo una época en la que, en esta parte del mundo, éramos la única democracia”.
Jaishankar tiene razón.
En la medianoche del 15 de agosto de 1947, se escuchó la voz de Jawaharlal Nehru, el primer primer ministro que tuvo el país.
“Al filo de la medianoche, cuando el mundo esté durmiendo, la India se despertará y conocerá la vida y la libertad”, dijo en esa ocasión solemne. Acto seguido prometió: “A las naciones y los pueblos del mundo, les hacemos llegar un saludo y nuestro compromiso de cooperar con ustedes en la promoción de la paz, la libertad y la democracia”.
Acababa de comenzar una transición de colonia británica a democracia, la primera del sur de Asia, que ha transformado una nación con una enorme pobreza en una de las economías que más rápidamente crece en el mundo, que se sienta en la mesa con los más grandes y es un contrapeso en relación con China, su vecino autoritario.
Salvo por una breve interrupción en 1975, la India se ha aferrado a los principios democráticos, con elecciones mayormente libres, un sistema judicial independiente que enfrentó al ejecutivo, una prensa pujante, una fuerte oposición y transiciones de poder pacíficas.
Pero numerosos expertos dicen que el país ha estado haciendo a un lado gradualmente algunos de sus compromisos y que el retroceso se aceleró tras la llegada de Modi al poder en el 2014. Acusan a su gobierno populista de usar su poder para socavar las libertades democráticas e impulsar un programa nacionalista hindú.
“El deterioro parece seguir y afecta a varias instituciones democráticas vitales, como la libertad de expresión y las fuentes alternativas de información, así como la libertad de asociación”, declaró Staffan I. Lindberg, director del Instituto V-Dem, un centro de investigaciones sueco que evalúa la salud de las democracias.
El partido de Modi niega esto. Un portavoz, Shehzad Poonawalla, dijo que la India tiene “una democracia pujante” bajo el gobierno de Modi y que ha “recuperado la república”.
La mayoría de las democracias tienen malos momentos y “nunca hubo tantos países” que experimentaron retrocesos como en la última década, dijo el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral el año pasado, en que incorporó a Estados Unidos, Brasil y la India a su lista de naciones en las que la democracia enfrenta obstáculos.
El deterioro de la situación en la India hizo que la organización estadounidense sin fines de lucro Freedom House dejase de considerarla una democracia y la tildase de país “parcialmente libre”. El Instituto V-Dem la catalogó de “autocracia electoral”, igual que Rusia. Y el Índice Democrático que publica la Unidad de Inteligencia de The Economist describió a la India como una “democracia fallida”.
Modi proclama ideales democráticos, pero bajo su gobierno las instituciones se ven cada vez más presionadas. Los expertos destacan que hay una gran cantidad de casos pendientes en la Corte Suprema en los que se cuestiona la constitucionalidad de medidas del gobierno.
Incluidas la revisión de la ciudadanía que amenaza con dejar sin estado a casi 2 millones de personas en el estado de Assam, la revocación de poderes que daban una semiautonomía a Cachemira y leyes relacionadas con la financiación de campañas electorales que favorecen en forma desproporcionada al partido de Modi, así como su supuesto uso de software militar para espiar a políticos y periodistas.
El ex juez de la Corte Suprema Deepak Gupta, por otro lado, dice que la democracia “parece estar retrocediendo” ante la incapacidad que tiene ese tribunal para preservar las libertades civiles, negando fianzas y haciendo mal uso de las leyes sobre la sedición y el terrorismo por parte de la policía, aunque estas tácticas fueron usadas también por otros gobiernos en el pasado.
La India es un país multicultural, de mayoría hindú, con unos 200 millones de musulmanes. Tiene una historia de violencia sectaria, pero la intolerancia y la violencia contra los musulmanes han ido en aumento en los últimos tiempos. Algunos estados gobernados por el partido de Modi han usado topadoras para demoler casas y negocios de supuestos manifestantes musulmanes, en lo que algunos describen como una forma de castigo colectivo a una comunidad.
Por primera vez en la historia, el partido de gobierno no tiene un solo legislador musulmán en el Parlamento, en medio de una ola nacionalista que le da grandes éxitos electorales a Modi.
Bajo el gobierno de Modi, el Parlamento aprobó importantes leyes con escaso debate, incluida una sobre ciudadanía vinculada con la religión y una polémica reforma agraria que dio paso a protestas masivas. Inesperadamente, el gobierno dio marcha atrás con la reforma agraria, en lo que algunos consideraron un triunfo de la democracia. Pero ese sentimiento se diluyó con crecientes hostigamientos a la libertad de expresión y de prensa.
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Rishi Lekhi colaboró con este despacho.