Pocos documentales que revisan el pasado ofrecen una visión tan real del futuro como “The Janes” (“Janes: Mujeres anónimas”).
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Las directoras Tia Lessin y Emma Pildes retratan a un grupo de mujeres que se unieron en Chicago para facilitar abortos cuando el procedimiento era ilegal la mayor parte de Estados Unidos.
Estas mujeres, predominantemente blancas, de clase media y con vidas ordinarias, asesoraban y hacían los arreglos para los abortos, más adelante los proporcionaban ellas mismas, bajo riesgo de ser arrestadas y encarceladas en los años previos al fallo histórico de Roe v. Wade, que legalizó el aborto en 1973.
Se llamaban entre ellas Jane, un nombre en clave elegido al azar, y sus motivos no eran ni el dinero ni la fama, sino dar una opción a las mujeres que no querían un hijo. No tenían antecedentes médicos o legales, sólo compasión.
“No sólo había una necesidad, sino una obligación filosófica de nuestra parte para no respetar la ley que no respetaba a las mujeres”, dice una de ellas. Otra agrega: “Estábamos construyendo un nuevo mundo, y lo estábamos haciendo una mujer a la vez”.
El documental “The Janes” se estrenó el miércoles en Estados Unidos en HBO y HBO Max, a pocas semanas de que se filtrara un borrador de la Corte Suprema en el que se mostraba que los jueces, en su mayoría conservadores, buscaban revocar el histórico fallo que estableció los derechos de aborto a nivel nacional.
Lessin y Pildes hacen un trabajo maestro poniendo a las Janes en su contexto histórico, revisando cómo su deseo por ofrecer abortos seguros surgió de los revolucionarios años 60 y cómo, a pesar de esto, los temas que afectan a las mujeres solían ser considerados secundarios a los esfuerzos encabezados por los hombres. La visión de las directoras es clara, no usan a las Janes para nada más que para lo que fueron: forajidas y soñadoras estadounidenses que vivían en el centro del país.
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Las cineastas explican que el final de los años 60 eran una época en la que una mujer llevada a un hospital tras una violación solía ser sermoneada sobre su promiscuidad. Para obtener la píldora o un diafragma tenían que estar casadas. Era una época en la que a las mujeres embarazadas no se les permitía trabajar.
Sin abortos seguros, las mujeres tomaban decisiones terribles que las podían llevar a la muerte. Un estudiante de medicina de la época recuerda: “Lo que se quedó en mi cerebro es lo que la gente desesperada hará cuando cree que no tienen otra opción”.
Entonces llegaron las Janes, que realizaron unos 11.000 abortos entre 1968 y 73, operando entre la mafia y la policía. Cuando el hombre del que dependían para realizar los abortos se fue, aprendieron cómo hacerlo. Algunas en el grupo habían pasado por sus propios abortos y prometieron hacerlo mejor para la próxima mujer que lo necesitara.
A cada una de las pacientes les hablaban durante el procedimiento y la recuperación. Las llevaban a casas seguras para el procedimiento, escribían sus nombres y detalles en tarjetas. Algunos de los momentos más poderosos del filme son con las Janes, ya mayores, sosteniendo montones de esas tarjetas y leyéndolas, cada una con una historia angustiante. (“Asustada por el dolor”, dice una. “Cuidado, el padre es policía”, dice otra).
Las cineastas emplean el formato estándar de entrevistas a cámara, pero obtienen historias remarcables no sólo de las Janes sino también de miembros del clero, un detective de homicidios reacio que arrestó a siete Janes e incluso el abortista clandestino del que dependieron.
También hacen uso inteligente de imágenes de los años 60, como cuando una Jane recuerda el efecto bola de nieve de mujeres desesperadas llamando para pedir ayuda y muestran una fila de teléfonos públicos ocupados por mujeres. Imágenes desgastadas de noticieros y marchas se agregaron a otras de mujeres haciendo diferentes actividades como tomando el sol o yendo de compras.
Ha pasado suficiente tiempo como para que las mujeres en el grupo puedan poner sus acciones en contexto, admitiendo la disparidad racial dentro de las Janes, el absurdo de la situación por la que pasaron y la falta de planeación para el inevitable momento en el que las descubrieran las autoridades. “Estábamos un poco jugando a ser Dios y éramos jóvenes”, dice una.
Lessin y Pildes termina la película con el consuelo que les dejan las Janes sobre que el fallo Row v. Wade las puso fuera del negocio de los abortos. “Pensábamos que había terminado. Pensábamos que habíamos ganado”, dice una.
Las cineastas dejan de lado cualquier conjetura sobre la actualidad, permitiendo que el pasado hable sin conexión con la lucha del presente. No se dice que necesitaremos a las Janes de nuevo. El algún momento una de las exintegrantes muestra los utensilios de metal que usó para llegar al útero de una mujer y retirar la pared. “No he hecho esto en un tiempo”, admite.
Quizá la llamen más pronto de lo que alguna vez se imaginó.
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“The Janes” un documental de HBO Documentary Films, no tiene clasificación, pero incluye escenas y diálogos para adultos. Duración: 101 minutos. Tres estrellas y media de cuatro.
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En internet: https://www.hbo.com/movies/the-janes
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Mark Kennedy está en Twitter como http://twitter.com/KennedyTwits