Es hora de cerrar las escotillas para otra desagradable temporada de huracanes.
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Prácticamente todos los fenómenos naturales y algunos provocados por el hombre —más allá del cambio climático— han hecho que las últimas temporadas de huracanes en el Atlántico sean letales y costosas.
La temporada que comienza el miércoles parece que romperá récords, porque, según advierten los expertos, todos los ingredientes para un desastre siguen presentes con gran fuerza.
Estos factores indican, pero no prometen, que se avecinan más problemas: el fenómeno climático natural de La Niña, el cambio climático provocado por el hombre, las aguas oceánicas más cálidas, la corriente de lazo del Golfo de México, el aumento de las tormentas en África, el aire más limpio, un ciclo de tormentas de décadas de duración y la construcción masiva de inmuebles a lo largo de las costas.
“Es todo lo que hay más lo que se acumule", dijo el investigador de huracanes de la Universidad Estatal de Colorado Phil Klotzbach.
En los últimos dos años, los meteorólogos se quedaron sin nombres para las tormentas.
Y ha sido una costosa galería de huracanes de categoría 3 y mayores —con vientos de al menos 179 kilómetros por hora (111 millas por hora)— que han golpeado la tierra en los últimos cinco años: Harvey, Irma, Maria, Florence, Michael, Dorian, Humberto, Laura, Teddy, Delta, Zeta, Eta, Iota, Grace y Ida.
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“Ese es el patrón en el que nos hemos quedado encerrados. Un dato que hay que tener en cuenta: Entre 2017 y 2021 tocaron tierra más tormentas de categoría 4 y 5 en Estados Unidos que durante todo el periodo entre 1963 y 2016”, señaló Ken Graham, director del Centro Nacional de Huracanes, en una entrevista con Associated Press frente a dos aviones cazahuracanes.
Graham, como la mayoría de los expertos y como todas las previsiones de pretemporada, afirmó que “se avecina otra temporada activa”.
El año pasado, el Atlántico impuso una marca con seis temporadas consecutivas de huracanes por encima de la media, superando el antiguo récord de tres seguidas, y los meteorólogos prevén que esta será la séptima temporada.
La única señal que indica lo contrario es que, por primera vez desde 2014, no se formó una tormenta antes del inicio oficial de la temporada de huracanes, que es el 1 de junio, pero los meteorólogos están pendientes del huracán Agatha, que ha impuesto un récord en el Pacífico oriental y que parece que saldrá de tierra y formará el huracán Alex en el Golfo de México esta misma semana.
Esto es lo que puede convertir el Atlántico en un caos esta temporada:
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LA NIÑA
Uno de los factores que más influyen en la temporada de huracanes en el Atlántico se produce al otro lado del mundo, en las aguas del Pacífico ecuatorial que se enfrían temporalmente: el fenómeno cíclico natural llamado La Niña.
El fenómeno de La Niña altera el clima en todo el mundo, e incluso aumenta la probabilidad de que se formen huracanes en el Atlántico.
Comienza con la región africana del Sahel, que es el semillero de muchos de los huracanes más violentos de mitad de temporada, denominados huracanes de tipo Cabo Verde.
Esta zona, a menudo seca, es húmeda y lluviosa cuando se produce el fenómeno de La Niña, lo que contribuye a la formación temprana de las tormentas.
Uno de los fenómenos meteorológicos que puede hacer que las tormentas desaparezcan o impedir que se formen son los vientos cruzados de gran altitud denominados cizalladura. Sin embargo, La Niña reduce en gran medida este efecto, lo cual es “un gran factor” para el aumento de la actividad de las tormentas, afirma la investigadora de huracanes de la Universidad de Albany Kristen Corbosiero.
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CAMBIO CLIMÁTICO
Las investigaciones demuestran que el cambio climático está haciendo que los huracanes sean más húmedos, porque el aire caliente puede retener más humedad, y que las tormentas fuertes sean un poco más fuertes.
También es posible que las tormentas se estanquen más, permitiendo que caiga más lluvia sobre el mismo lugar, como en el caso de Harvey de 2017, que arrojó más de 127 centímetros (50 pulgadas) de lluvia en un punto.
También se están intensificando rápidamente con mayor frecuencia, aseguran los expertos.
Si bien los estudios apuntan a un mayor número de tormentas fuertes a causa del cambio climático provocado por la actividad humana, los científicos siguen sin ponerse de acuerdo sobre lo que supone el calentamiento global para la frecuencia general de todas las tormentas.
Para algunos científicos, el número de tormentas débiles ha disminuido ligeramente, pero otros, como el investigador de huracanes del Instituto Tecnológico de Massachusetts Kerry Emanuel, ven un aumento general del número total de tormentas.
En un estudio realizado por Emanuel se observó un aumento general de las tormentas en el Atlántico a lo largo de 150 años, con algunas excepciones.
Este aumento es demasiado elevado como para relacionarlo directamente con el cambio climático, dijo Emanuel, “pero podría estar vinculado indirectamente al cambio climático”, sobre todo si el calentamiento global está cambiando las velocidades de circulación de los océanos, como se sospecha.
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AGUA MÁS CALIENTE
El agua caliente actúa como combustible para los huracanes. Las tormentas no pueden formarse hasta que las aguas alcancen los 26 grados Celsius (79 °F), y cuanto más profunda sea el agua cálida y más alta sea su temperatura, más combustible está a disposición del huracán.
Y debido al cambio climático y a las variables meteorológicas naturales, las aguas de gran parte del Atlántico, el Caribe y el Golfo de México se encuentran cálidas y son propicias para las tormentas, dijo el investigador de huracanes de la Universidad de Miami, Brian McNoldy.
Según el meteorólogo de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) Matthew Rosencrans, en la región clave para la formación de tormentas, las aguas están 0,3 °C (0,5 °F) más calientes en comparación al año pasado en esta misma época del año.
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CORRIENTE DE LAZO
En el Golfo de México se produce un fenómeno normal llamado Corriente de Lazo, donde el agua cálida corre a gran profundidad. Esto es importante porque por lo general los huracanes elevan las aguas frías y profundas cuando pasan por aguas cálidas y eso limita su fortalecimiento. Pero la Corriente de Lazo suele impulsar las tormentas y arroja remolinos de aguas profundas cálidas por todo el Golfo de México que intensifican las tormentas.
Según Emanuel y otros expertos, este año la Corriente de Lazo parece ser especialmente fuerte, con inclinación hacia el norte y preocupante. El lunes, la Corriente de Lazo estaba 1 °C (1,8 °F) más caliente de lo normal, dijo McNoldy.
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AIRE MÁS LIMPIO
La contaminación atmosférica convencional de las fábricas y los vehículos —el aire sucio por el smog y las partículas suspendidas— refleja la luz del Sol y enfría la atmósfera, sostienen los científicos.
Ese efecto de enfriamiento de la contaminación atmosférica probablemente contribuyó a reducir el número de tormentas en las décadas de 1970 y 1980, que fue un periodo tranquilo en el Atlántico.
Pero desde que Europa y Estados Unidos limpiaron gran parte de su contaminación atmosférica, el Atlántico se ha vuelto más tempestuoso durante la temporada de huracanes, mientras que ocurre justo lo contrario en Asia, donde la contaminación atmosférica va en aumento, según un nuevo estudio. Los expertos afirman que la disminución de la contaminación atmosférica y el aumento de las tormentas en el Atlántico son probablemente una condición permanente.
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CICLOS A MÁS LARGO PLAZO
Los investigadores de huracanes han observado, durante un siglo más o menos, un ciclo de actividad de tormentas, con unos 20 o 30 años de temporadas de huracanes en el Atlántico muy intensas, seguidos de otros 20 o 30 años de menor actividad. El ciclo activo actual comenzó en 1995 y, en teoría, debería terminar pronto, pero los científicos aún no ven señales de que eso ocurra.
La teoría del ciclo tiene que ver con las corrientes oceánicas, la salinidad y otros ciclos naturales a escala mundial, pero últimamente algunos científicos han empezado a dudar del ciclo como factor, y se preguntan si en realidad ha sido la contaminación atmosférica y ahora el cambio climático los que han alterado el ciclo.
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URBANIZACIÓN
Además de todos estos factores meteorológicos, está el problema de los seres humanos. Durante el periodo de calma de las tormentas en las décadas de 1970 y 1980, se generalizó el aire acondicionado en el sur de Estados Unidos y las tormentas se olvidaron, por lo que más gente se trasladó y construyó en zonas propensas a las tormentas, dijo Jim Kossin, quien fuera científico de huracanes en la NOAA y ahora labora para la empresa de riesgos The Climate Service.
Sin embargo, las tormentas volvieron al desaparecer la contaminación y al agravarse el cambio climático. Si a esto le añadimos La Niña, los seguros que facilitan la reconstrucción en zonas peligrosas “ahora estamos pagando la factura” con más tormentas más feroces, y más personas y edificios en peligro, afirmó Kossin.
Al menos durante los próximos cinco años, indicó Kossin, “tenemos que abrocharnos el cinturón”.
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Seth Borenstein está en Twitter como @borenbears