Las horripilantes imágenes de cuerpos maltratados y abandonados a la intemperie o enterrados de manera apresurada dieron lugar a peticiones de sanciones más duras contra el Kremlin, en concreto: suspender las importaciones de combustible procedentes de Rusia.
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El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, partió de la capital, Kiev, en su primer viaje del que se tiene noticia desde que comenzó la guerra para observar por sí mismo lo que calificó de “genocidio” y “crímenes de guerra” en Bucha. Dijo que se habían encontrado muertos “en barriles, sótanos, estrangulados, torturados”.
En una fotografía, una mujer aturdida abraza a su gato contra su pecho mientras está de pie frente a una casa de ladrillos, con los cuerpos de su marido y de su hermano tendidos en diferentes partes del patio delante de ella. Otra mujer se arrodilla en el lodo, con las manos juntas y el rostro distorsionado por la angustia, mientras solloza por la muerte de su marido.
En otra, un niño angustiado de 6 años está delante de un montículo de tierra cubierto por una sencilla cruz de madera que indica la tumba de su madre.
Los ucranianos, horrorizados e impotentes ante la muerte y la destrucción continuas, enterraron cuerpos en fosas comunes o asistieron a los funerales de aquellos cuyos restos fueron identificados y depositados en un ataúd con el debido luto.
En un funeral en la ciudad occidental de Leópolis, una mujer coloca una mano sobre su cabeza inclinada mientras llora en una iglesia durante el funeral de su marido, un soldado ucraniano de 44 años que murió luchando contra los rusos.
