WHEATON, Illinois, EE.UU. (AP) — Bajo amenaza de ser golpeado o asesinado, Eric Eck se comprometió a los 13 años a acatar una de las reglas básicas de los Latin Kings: “Once a King, always a King”. Cuando entras en esa pandilla, nunca la dejas.
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Los tatuajes que tiene en todo el cuerpo reflejan ese juramento de lealtad a una de las pandillas más grandes de Estados Unidos.
Ahora, a los 36 años, Eck trata de dejar atrás la vida de pandillero. Quiere borrar su pasado eliminando todos los tatuajes, en el marco de un programa de rehabilitación al que se plegó junto con otros 11 reos de una cárcel de Chicago. La Associated Press obtuvo acceso exclusivo al penal y durante dos días habló con los 12 reos aceptados en un programa financiado por entidades privadas en la Cárcel de Condado de DuPage.
Por cuestiones de seguridad, los 12 reos están aislados en un penal de 500 presos, la mitad de los cuales son pandilleros.
Eck, apresado por robo, era conocido como “Hollywood” por sus baladronadas. Pero sufría de pesadillas que no lo dejaron dormir por días hasta que decidió acogerse al programa de eliminación de tatuajes.
“Esta es la única vida que conozco”, dijo Eck al explicar lo traumático que fue decidir borrar los tatuajes que definieron su identidad por 20 años. “Pero es por mi bien”.
“Siento como que ya comenzó oficialmente el cambio”, agregó.
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Uno de los objetivos del programa es que los reos trabajen en horticultura, soldando o en otros oficios que están aprendiendo, de acuerdo con el director civil del programa Michael Beary, que fue quien diseñó la iniciativa. Señaló que la idea interesa a empresarios que tienen problemas para conseguir trabajadores por la pandemia del COVID-19.
Los talleres de capacitación de las cárceles no son nuevos, pero esta es la primera vez que el penal incorpora a los pandilleros y la eliminación de tatuajes.
“Antes teníamos que rogarles a las empresas que contratasen a esta gente”, dijo Beary, un comerciante y director ejecutivo de la organización sin fines de lucro JUST, de Du Page, fundada por una monja católica romana para crear programas de reinserción de reos. “Ahora nos dicen, ‘si se presentan a trabajar todos los días, no nos importa lo que hicieron en el pasado’”.
A los reos no se les ofrecen empleos ni una reducción de sentencias. Pero si completan satisfactoriamente el programa, los ayudan a encontrar trabajo y a reubicarse lejos de sus pandillas. Una carta del sheriff destaca su participación en el programa.
Para graduarse, un reo tiene que borrar sus tatuajes, o taparlos con otros. Eso se considera una prueba de que realmente quieren dejar atrás la vida de pandilleros, según el sheriff del condado de DuPage James Mendrick.
“Es algo de lo que no hay retorno”, acotó. “Un compromiso con ellos mismos, y con nosotros, prueba de que no nos están haciendo perder el tiempo”.
El primer tatuaje que Eck se hizo tapar fue uno en su brazo con las iniciales de los Latin Kings. Un tatuador aprobado por el penal, Tom Begley, dibujó un venado encima, en una sesión de cuatro horas en febrero. Tapar todos los tatuajes de Eck tomará meses.
Un león rugiente –uno de los símbolos preferidos de los Latin Kings– dio paso a un oso rugiente. Eck debe tener cuidado y no usar animales que identifican a otras pandillas. Por ello, están descartados los conejos, símbolo de Two Six Nation, una pandilla rival, según dijo.
Begley y su esposa, Meagan, del Electric Tattoo Parlor, no dudaron en sumarse al programa. Los reos pintaron un mural en una pared del salón de tatuajes que dice: “Esperanza, propósito, redención”.
El día previo, Tom Begley había transformado un tatuaje en un brazo de Jaime Marinez identificatorio de Satan Disciples (Los Discípulos de Satpan): Una cruz formada con rifles dio lugar a un
buitre.
A su lado, Meagen borró tatuajes de las manos del líder de los Latin Count Gilberto Ríos, de 27 años, usando una herramienta parecide a un bolígrafo para raspar la piel e inyectando luego una solución salina. Eso hace que la tinta se transforme en una costra, que desaparecerá en pocas semanas.
“Lloran mucho”, contó Meagen, pero no de dolor. “Los tatuajes son su identidad. (Deshacerse de ellos) Es algo muy emotivo”.
Uno de los tatuajes que le borró a la mano de Ríos era una “D” invertida, símbolo del desdén que siente su pandilla por la de Marinez.
Los dos conversaron amistosamente, comentando lo que les habían hecho los tatuadores.
“Si se encontrasen en la calle, tratarían de matarse”, expresó Beary.
Eck dice que le gustaría tener un negocio en el que pueda aplicar las dotes de líder que cultivó como pandillero. No oculta las satisfacciones que ofrece la vida de pandillero.
“En mi barrio, ser pandillero era mejor que ser el presidente de Estados Unidos”, afirmó. “Quería autos, mujeres… poder, respeto”.
El asesinato de su mejor amigo dos meses antes de que él fue arrestado hace un año hizo que empezase a ver las cosas de otra manera.
Fue obra de otro pandillero de los Latin King que quería trepar en la jarquía, de acuerdo con Eck.
“Recibió 16 balazos, incluidos cuatro en la cara. Me dije, ‘hasta aquí llegué’”, relata Eck. Añadió que otro factor que lo abrumaba era la culpa que sentía por haberle hecho tanto daño a otros.
Varios participantes en el programa coincidieron en que una de las razones que los motivaron a dejar su vieja vida fue el trauma asociado con años de violencia. La policía de Chicago dice que la mayoría de los casi 800 homicidios que hubo en la ciudad el año pasado –la mayor cantidad en un cuarto de siglo– estuvieron relacionados con las pandillas.
En otra sesión de tatuajes, Tom Begley tapó una cicatriz que tiene Marinez en el pecho, de cuando recibió un balazo mientras estaba detenido en un semáforo.
Puso un reloj a las 6.20, la hora en que falleció su padre el 20 de junio de 2016 por una sobredosis de heroína.
Marinez, de 21 años, dice que está consciente de que abandonar la vida de pandillero conlleva peligros.
“Pero no quiero estar haciendo esto dentro de 50 años. Conozco mucha gente mayor que sigue en esto. Es algo que te devora por dentro”, manifestó.
Eck dice que Beary, a quien describe com una figura paterna, fue decisivo en su decisión de cambiar de vida.
“Hasta ahora nunca nadie me había dicho que podía vivir de otra manera”, indicó.
Hay indicios de que ya se está transformando.
Hace poco se sorprendió cuando se dio cuenta del pronombre que estaba usando.
“Decía ‘ellos’, no ‘nosotros’” al aludir a los Latin Kings, expresó, mirando a Beary.