Por Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura – Arquitecto/Urbanista jorge@nomena-arquitectos.com
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Hace unos días, el economista Farid Matuk, miembro del Comando COVID-19, sostuvo que una de las prioridades era reducir la concentración (o densidad) de la población por sectores. Sin dejar el mensaje principal (¡quédense en casa!), luego de cuatro semanas de cuarentena habría que asumir que cierto porcentaje de la población sale a las calles porque se gana el dinero día a día, porque no puede darse el lujo de comprar para la semana, o porque su salud mental no tolera el encierro y utiliza cualquier pretexto para escapar.
Así como asumimos que nuestro sistema de salud no podría aguantar la emergencia y fuimos de los primeros en ordenar la cuarentena, ¿por qué no pensamos en cómo hacer para que este -mínimo- grupo de gente no comparta el mismo espacio y tiempo?
¿Cuál es la idea de reducir el periodo para que estas personas puedan salir? Si las colas en los mercados son más largas desde las restricciones de horarios y días, ¿no sería mejor ampliar sus horarios de funcionamiento? ¿Qué pasaría si estos establecimientos recuperan su horario pre-COVID o, es más, lo amplían? Si hoy todos conocemos las formas de contagio, ¿esto nos incentivaría a salir más o ayudaría a reducir la concentración? Pregunta para los científicos sociales…
Otra sugerencia puede ser dispersar los lugares de abastecimiento de comidas. Los mismos supermercados podrían utilizar sus hoy vacías playas de estacionamiento para ‘subdividir’ las áreas de ventas, ya sea por productos o por tipo de pedidos. Pienso en espacios que tengan canastas ‘básicas’ listas o lugares donde se pueda recoger los pedidos empaquetados previamente ordenados por Internet, quitándole presión tanto al ‘local central’ como al sistema de ‘delivery’.
Hace unos días vi la propuesta de un grupo de arquitectos holandeses de micro-mercados descentralizados, que pueden operar a escala de barrio, aliviando la afluencia a los grandes mercados y supermercados. El diseño permite una compra segura por el distanciamiento que propone entre personas en su interior, aunque, en esencia, la idea es acercar los abastos a la gente, reduciendo así su necesidad de trasladarse. La verdad es que la idea no es más que la de cualquier feria de alimentos que los fines de semana suele armarse en distintos distritos de Lima. ¿Y si las armamos para que funcionen no solo los fines de semana sino de lunes a sábado? ¿Y si las multiplicamos en cada barrio ocupando esas pistas o losas deportivas que hoy lucen vacías?
Y también está la tecnología. Así como Matuk habló de la posibilidad de utilizar las antenas de celulares para conocer dónde se concentra la gente en las calles, también podría pensarse en ‘apps’ que nos permitan conocer la afluencia de ciertos lugares, y así poder saber qué lugar ya completó su aforo máximo en tiempo real. Esto puede servir no solo para los mercados y supermercados, sino también para cualquier otro lugar que, pensando en esa larga post-cuarentena, pueda comenzar a recibir afluencia de público, como los restaurantes, por ejemplo.
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